miércoles, 24 de diciembre de 2008

Banalización

"La televisión puede hacer que una noche, ante el telediario de las ocho, se reúna más gente que la que compra todos los diarios franceses de la mañana y de la tarde juntos. Si un medio de esas características suministra una información par todos los gustos, sin asperezas, homogeneizada, cabe imaginar los efectos políticos y culturales que de ello pueden resultar. Es una ley que se conoce a la perfección: cuanto más amplio es el público que un medio de comunicación pretende alcanzar, más ha de limar sus asperezas, más ha de evitar todo lo que pueda dividir, excluir, más ha de intentar no escandalizar a nadie, como se suele decir, no plantear jamás problemas o sólo problemas sin trascendencia. En la vida cotidiana, se habla mucho del sol y de la lluvia porque se trata de un problema respecto del cual se tiene la seguridad de que no va a provocar roces; salvo si uno está de vacaciones y elogia el tiempo seco y soleado ante un campesino que necesita urgentemente que llueva, el tiempo es el tema intrascendente por antonomasia. (…)
Por eso se lleva a cabo la labor colectiva (…) tendiente a homogeneizar y banalizar, a conformar y despolitizar, a pesar de que, hablando con propiedad, no va destinada a nadie en concreto y de que nadie ha pensado ni pretendido nunca conseguir semejante objetivo. Se trata de algo que se observa con frecuencia en el mundo social: ocurren cosas sin que nadie lo pretenda, aunque lo parezca. (…) Sin que las personas que financian la televisión hayan tenido prácticamente que intervenir, (tenemos) ese extraño producto que es el ´telediario´, que conviene a todo el mundo, que confirma cosas ya sabidas, y, sobre todo, que deja intactas las estructuras mentales”.
Pierre Bourdieu, Sobre la televisión. Barcelona, Anagrama, 1996.

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