viernes, 22 de julio de 2011

Ruido


Quien tiene miedo busca el ruido y el bullicio que ahuyentan los demonios. (Los medios primitivos adecuados son los gritos, la música, los tambores, los fuegos artificiales, las campanas, etcétera.) El ruido inspira seguridad, como hallarse en medio de una multitud, nos protege de las reflexiones dolorosas, disipa los sueños de ansiedad, nos asegura que estamos todos juntos, que causamos tal barahúnda que nadie se atreverá a atacarnos. El alboroto es tan inmediato, tan avasalladoramente real, que todo lo demás queda relegado al estado de pálido fantasma. Nos exime de todo esfuerzo, pues el aire mismo retumba al impacto de nuestra invencible manifestación de vida.
En la soledad, el temor me haría reflexionar, y es difícil prever todo aquello de lo que podríamos tomar conciencia. La mayoría de la gente tiene miedo al silencio; de ahí que cuando cesa el ruido constante de una discusión, por ejemplo, hay que hacer algo, decir algo, silbar, cantar, toser, o murmurar. La necesidad de ruido resulta casi insaciable, aun si a veces la barahúnda llega a hacerse intolerable. Aun así, es mejor que nada. En el tan traído y llevado "silencio sepulcral", se respira una atmósfera siniestra. ¿Por qué? ¿Es que rondan por allí fantasmas? En absoluto. A lo que realmente tememos es a lo que pueda surgir de nuestro interior, es decir, lo que el ruido ha suprimido.
Carl Gustav Jung
Vanesa Bouza Ciencias de la Comunicación