El amor maduro
"Podríamos
decir aunque suene esquemático, que hay tres momentos en el desarrollo de un
amor maduro: enamoramiento, desilusión y aceptación de la realidad.
En el primer
momento, el amado es alguien maravilloso, no tiene defectos, nadie es mejor que
él, esta terriblemente idealizado, casi
endiosado. El amado se ve engrandecido y en cambio uno se va
empequeñeciendo , hasta el punto tal de no entender como alguien tan perfecto
se ha fijado en uno.
En el segundo
momento comenzamos a percibir algunas imperfecciones en la persona amada. Vemos
que ante determinadas situaciones su carácter no es el mejor, que en algunas
cosas se equivoca, y esos rasgos, que ya estaban pero que el enamoramiento nos
impedía percibir, nos producen pena y desilusión y así como en el primer
momento ya queríamos casarnos y estar juntos para toda la vida, en este segundo momento es probable que
queramos que se vaya para siempre.
(…)
El amor sería
un tercer momento en el cual vemos al
otro como es. Ni tan idealizado, ni tan degradado. No es ni dios ni el
demonio. Disfrutamos de sus virtudes y aceptamos sus faltas. Y a pesar de ellas
lo aceptamos y podemos ser felices a su lado. Recién ahí podemos hablar de un
amor maduro con posibilidades de proyectarse en el tiempo de una manera sana.
Porque la clave del amor, como me dijo alguna vez mi analista, está en
reconocer los defectos del otro y preguntarse sinceramente si uno puede tolerarlos sin estar todo el tiempo
protestando, y ser feliz a pesar de ellos."
Gabriel Rolón, Historias de diván