domingo, 31 de mayo de 2009

3°3° E.E. Media N°7

Desimone, Diego
Rojas, Ezequiel
Cavalieri, Laura
Cejas, Linda
Flores, Yamila

¿De qué sirve el profesor?

Lunes 21 de mayo de 2007

Por Umberto Eco Para LA NACION


En el alud de artículos sobre el matonismo en la escuela he leído un episodio que, dentro de la esfera de la violencia, no definiría precisamente al máximo de la impertinencia... pero que se trata, sin embargo, de una impertinencia significativa. Relataba que un estudiante, para provocar a un profesor, le había dicho: "Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?"
Vanesa Bouza
El estudiante decía una verdad a medias, que, entre otros, los mismos profesores dicen desde hace por lo menos veinte años, y es que antes la escuela debía transmitir por cierto formación pero sobre todo nociones, desde las tablas en la primaria, cuál era la capital de Madagascar en la escuela media hasta los hechos de la guerra de los treinta años en la secundaria. Con la aparición, no digo de Internet, sino de la televisión e incluso de la radio, y hasta con la del cine, gran parte de estas nociones empezaron a ser absorbidas por los niños en la esfera de la vida extraescolar.
Vanesa Bouza
De pequeño, mi padre no sabía que Hiroshima quedaba en Japón, que existía Guadalcanal, tenía una idea imprecisa de Dresde y sólo sabía de la India lo que había leído en Salgari. Yo, que soy de la época de la guerra, aprendí esas cosas de la radio y las noticias cotidianas, mientras que mis hijos han visto en la televisión los fiordos noruegos, el desierto de Gobi, cómo las abejas polinizan las flores, cómo era un Tyrannosaurus rex y finalmente un niño de hoy lo sabe todo sobre el ozono, sobre los koalas, sobre Irak y sobre Afganistán. Tal vez, un niño de hoy no sepa qué son exactamente las células madre, pero las ha escuchado nombrar, mientras que en mi época de eso no hablaba siquiera la profesora de ciencias naturales. Entonces, ¿de qué sirven hoy los profesores?
He dicho que el estudiante dijo una verdad a medias, porque ante todo un docente, además de informar, debe formar. Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que se transmitan datos y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que viene de afuera. Es cierto que lo que ocurre en Irak lo dice la televisión, pero por qué algo ocurre siempre ahí, desde la época de la civilización mesopotámica, y no en Groenlandia, es algo que sólo lo puede decir la escuela. Y si alguien objetase que a veces también hay personas autorizadas en Porta a Porta (programa televisivo italiano de análisis de temas de actualidad), es la escuela quien debe discutir Porta a Porta. Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de lo que aparecen en diarios, revistas y televisión.
Vanesa Bouza
Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión? Pero el estudiante no le estaba diciendo al profesor que ya no lo necesitaba porque ahora existían la radio y la televisión para decirle dónde está Tombuctú o lo que se discute sobre la fusión fría, es decir, no le estaba diciendo que su rol era cuestionado por discursos aislados, que circulan de manera casual y desordenado cada día en diversos medios –que sepamos mucho sobre Irak y poco sobre Siria depende de la buena o mala voluntad de Bush. El estudiante estaba diciéndole que hoy existe Internet, la Gran Madre de todas las enciclopedias, donde se puede encontrar Siria, la fusión fría, la guerra de los treinta años y la discusión infinita sobre el más alto de los números impares. Le estaba diciendo que la información que Internet pone a su disposición es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor. Y omitía un punto importante: que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.
Vanesa Bouza
Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).
Vanesa Bouza
El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones.
Vanesa Bouza
El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.
Vanesa Bouza
La Nacion/L’Espresso (Distributed by The New York Times Syndicate) (Traducción: Mirta Rosenberg)


Nota extraída de: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=910427

Vigilancia Epistemológica

La sociología de la sociología es una dimensión fundamental de la epistemología sociológica. Lejos de ser una especialidad entre muchas otras, es el prerrequisito necesario de cualquier práctica sociológica rigurosa. En mi opinión, una de las principales fuentes de error en las ciencias sociales reside en una relación con el objeto fuera de control que desemboca en la proyección de esta relación sobre el objeto. Lo que me desasosiega cuando leo algunos trabajos de sociólogos es que personas cuya profesión es objetivar el mundo social tan raramente demuestren ser capaces de objetivarse a sí mismas, y que con tanta frecuencia no adviertan que aquello de lo que su discurso aparentemente científico habla no es el objeto sino su relación con el objeto.
Vanesa Bouza Facultad de Ciencias Sociales (UBA)
Bourdieu, Pierre: en Una invitación a la sociología reflexiva, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.

lunes, 18 de mayo de 2009

TP N° 9

1) Realicen un crucigrama en el que aparezcan al menos diez de los términos trabajados en la asignatura (TIC).
2) Yo opino
3) Armen la lista de nombres y apellidos del curso, ordenada alfabéticamente
4) Leer el texto Sobre los docentes y escribir un texto grupal respecto al mismo tema pero con lo que opinen ustedes.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Enseñantes y enseñados

Estas son, tal como se me ocurren (pues en el orden de lo imaginario no hay un móvil básico), las cosas que el enseñante exige al enseñado: 1) que le acepte en cualquiera de sus “roles”: de autoridad, de benevolencia, de protesta, de saber, etc, (resulta inquietante un visitante del que no sabemos cuál de nuestras imágenes solicita); 2) que tome su relevo, que lo amplíe, que lleve más lejos que él sus ideas, su estilo; 3) que se deje seducir, que se preste a una relación amorosa (concedamos todas las sublimaciones, todas las distancias, todos los respetos conformes a la realidad social y a la vanidad presentida de tal relación); por último, que le permita cumplir con el contrato que él mismo ha contraído con su empresario, es decir, con la sociedad; el enseñado es una pieza de una práctica (retribuida), el objeto de un oficio, la materia de una producción (por más que ésta sea difícil de definir).

Por otra parte, y también en desorden, las cosas que el enseñado pide al enseñante son éstas: 1) que le conduzca a una buena integración profesional; 2) que cumpla con los papeles que tradicionalmente se atribuyen al profesor (autoridad científica, transmisión de un capital de saber, etc.); 3) que le transmita los secretos de una técnica (de investigación, de examen, etcétera); 4) que, al amparo del pabellón del santo laico que es el método, sea un iniciador en la ascesis, un guru; 5) que represente un “movimiento ideológico”, una escuela, una causa que sea su portavoz; 6) que le admita, a él, al enseñado, en la complicidad de un lenguaje particular; 7) que a los que tienen el fantasma de la tesis (tímida práctica de la escritura, desfigurada y protegida a la vez, por su finalidad institucional) les garantice la realidad de tal fantasma; 8) por último, al profesor se le pide que sea un proveedor de servicios: que firme matrículas, certificados, etc.
Esto es tan sólo un tópico, es decir, una reserva de opciones que no están necesariamente todas y a la vez encarnadas en un individuo. No obstante, la comodidad de una relación enseñante se pone en juego al nivel de la totalidad contractual: el “buen” profesor y el “buen” estudiante son los que aceptan filosóficamente la pluralidad de sus determinaciones, quizá porque saben que la verdad de una relación basada en la palabra está en otra parte.
Vanesa Bouza Sociología
Roland Barthes, Lo obvio y lo obtuso (pág. 318), Paidós, Barcelona, 1992

De qué se trata...

“…Para el profesor, el auditorio estudiantil sigue siendo el Otro ejemplar porque tiene aspecto de no hablar, y porque en esa misma medida, y desde el interior de su propia opacidad, habla con tanta más fuerza en uno mismo: su palabra implícita, que es la mía, me alcanza aún más en la medida en que su discurso no me estorba.
Y esa es la cruz de toda palabra pública: tanto si el profesor habla como si el oyente reivindica el derecho a hablar, en ambos casos se trata de ir directamente al diván: la relación enseñante no es otra cosa que la transposición que ella misma instituye; la “ciencia”, el “método”, el “saber”, la “idea”, la gozan indirectamente; son tan sólo lo que se da “por añadidura”, son sólo restos.”
Vanesa Bouza Licenciada en Ciencias de la Comunicación
Roland Barthes, Lo obvio y lo obtuso (pág. 318), Paidós, Barcelona, 1992

domingo, 10 de mayo de 2009

Este texto es mío, tuyo, nuestro

Revista Viva 02-03-2008
Por: Beatriz Sarlo

La noticia informaba que profesores ingleses de colegio secundario reclamaron un programa que les permitiera comprobar si párrafos o páginas enteras de los trabajos de sus alumnos habían sido bajados de internet y copiados literalmente. Ya otras veces se han escuchado las quejas de docentes que sospechan de trabajos apócrifos, robados de alguna parte, y se sienten como una viejita ante un cuento del tío. No me explico bien por qué esos temores no eran habituales antes, cuando cualquier alumno de un país con buenas bibliotecas escolares podía copiar párrafos enteros de varios libros. Se dirá que hay menos libros en esas bibliotecas que páginas en la web.
Es cierto, pero la estafa era igualmente posible, como sabe cualquiera que haya padecido la tentación de apropiarse de un párrafo ajeno, escrito sobre papel o en pantalla. Se dirá también que las breves acciones de copiar y pegar implican un gasto tan mínimo de energía que aquel estudiante, para quien copiar un párrafo delibro era un esfuerzo sobrehumano, hoy puede terminar su tarea con dos o tres golpes de tecla. Son las pequeñas transgresiones intelectuales que protagoniza un estudiante decidido a ahorrar tiempo para dedicarlo a cosas que juzga más atractivas. Ahora se aprovecha el protoplasma derramado en la web; antes, la confección de machetes laboriosos en letra microscópica era la forma clásica para enfrentar el desafío de una prueba escrita. Como hay nostalgia por lo más insospechable, he escuchado decir que los machetes exigían, por lo menos, que el propio usuario los preparara, lo cual implicaba un trabajo que se parecía al de estudiar. Porque, finalmente, ¿qué era un machete sino el más eficaz resumen de un tema, ordenado y sinóptico? Internet, con su dispositivo de copia y pegado, vuelve nostálgicos a quienes piensan que es la tecnología la que decide a un estudiante a presentar como propio un rutilante apócrifo bajado de la red. Es cierto que internet facilita las cosas, pero se las facilita a todo el mundo que tenga acceso a ella: a los maestros, a los profesores, a los alumnos, a los investigadores.
Los que no tienen acceso a la red, los más pobres, están tristemente condenados a la honestidad intelectual. Sería bastante sencillo imaginar estrategias que no fueran policiales para descubrir a los que se copian. Si los profesores reclaman un programa que haga temblar las pantallas de sus computadoras cuando ingresen un texto supuestamente bajado de internet, es porque necesitan una División de Delitos Informáticos trabajando a su lado. Policía científica al servicio de la relación pedagógica. La fórmula es lamentable por varias razones. La primera es que ese maestro o profesor no se siente capaz de distinguir entre un apócrifo y el texto producido verdaderamente por sus alumnos. Es posible que existan casos límite: chicos que escriban como la mayoría de las páginas de internet, o páginas de internet que (como El Rincón del Vago) estén alimentadas por textos redactados por otros chicos y, por lo tanto, se parezcan a los trabajos que un maestro recibe de sus alumnos. Pero, más allá de esta eventualidad, se espera que los profesores sean capaces de hipotetizarqué tipo y nivel de textos escriben sus alumnos; si eso les resulta complicado es porque no han llegado a conocerlos y, en ese caso, cambiemos de tema, hablemos de que están agobiados detrabajo, o de que hay demasiados alumnos por curso, o cualquier otro argumento institucional que no va al centro de la cuestión. La segunda razón remite a la extensión del trabajo escrito por un estudiante.
No estamos hablando de monografías universitarias. En la escuela media, lograr que se escriban tres párrafos (unas 400 palabras) que incluyan una cantidad mínima de oraciones subordinadas es un objetivo respetable. Tendría que pensar que todo está perdido si los profesores no pueden leerlos con algún nivel de certeza respecto de su autenticidad. Existen los recalcitrantes habilidosos, es cierto. Pero su performance puede ser impecable por corto tiempo. La tercera razón es que los profesores deberían estar en condiciones de imaginar un tipo de trabajo escrito que obstaculice el cuatrerismo digital de sus estudiantes. Se me ocurren cosas verdaderamente obvias. Que los alumnos hagan lo que quieran con los materiales encontrados en internet pero limitados a un párrafo que sea obligatorio explicar, incluso parafrasear. Ese párrafo puede provenir de cualquier parte (de un libro o de una página web) y los estudiantes deberán demostrar que lo han comprendido y que lo que bajan de la red son las pruebas de esa comprensión. Vuelvo a una vieja idea: la explicación de texto, no la improvisación libre sobre un tema con porciones de web pegadas aquí y allá, sino la demostración de que se ha entendido. No hay nada peor que la libertad fofa de decir lo que "me parece", ni nada más banal que un "yo pienso" que, en realidad, no piensa nada sino que revisita sin saberlo prejuicios y lugares comunes. Con el plagio de la web se paga la manía de llamar a cualquier actividad "investigar". Para "investigar" hay que aprender a leer bien.

T.P N° 8 Interpretación de texto

Leer el texto de Beatriz Sarlo Este texto es mío, tuyo, nuestro y responder a las siguientes preguntas:

1) ¿Qué noticia motiva la reflexión de la autora?
2) ¿Qué similitudes y diferencias hay, para la autora, entre las copias de hoy y las de ayer?
3) ¿Por qué --siempre para la autora-- sería lamentable instaurar una policía informática que "defendiera" a los docentes?
4)¿Cuál es la solución a la problemática planteada por la autora?

* Deberán contestar este trabajo práctico --copiando las preguntas correspondientes y agregando las respuestas-- en el blog de cada grupo.
** Es importante que busquen en la web el significado de las palabras que no comprendan, y no se lo pregunten al docente.
*** El presente trabajo consta de una segunda parte que realizarán en el aula.
Vanesa Bouza

lunes, 4 de mayo de 2009

T.P La Comunicación

1)Qué son los medios de comunicación?
2)Qué es el ruido?
3)Qué principios básicos deben tenerse en cuenta al comunicarse?
4)en qué consiste la retroalimentación?
5)Realiza actividades de la página 37
6) Definir comunicación
7)Cuáles son los factores que intervienen en una comunicación?
8)Explicar cada tipo de variedad linguística
9)Realizar ejercicio de la página 39
10) Distinguir entre ética y moral (texto en http://textosycolegios.blogspot.com/2009/05/moral-y-etica_03.html)

11) Definir qué es la argumentación (texto en http://textosycolegios.blogspot.com/2009/05/argumentar.html)
12) Buscar en la WWW: qué podría denominarse una actitud poco ética en el manejo de Internet?
* Deben hacer el cuestionario del día de la fecha por completo, o en papel o en el blog correspondiente a cada grupo (si lo hacen en papel deberán entregar uno por persona, y si lo realizan en el blog podrá ser de forma grupal)

domingo, 3 de mayo de 2009

Argumentar

Consiste en sostener una idea u opinión (a la que llamaremos tesis) utilizando argumentos o razones. El propósito es llegar con nuestra palabra, por escrito u oralmente, a otras personas y convencerlas de la validez de nuestra tesis. Pero no se trata de convencerlas ni de cualquier manera ni a cualquier precio. Lo importante es utilizar estrategias argumentativas que incentiven a la otra persona a escuchar y a reflexionar sobre lo que decimos. La argumentación siempre debe favorecer el diálogo. Un diálogo en el que se discuten dos o más posiciones, apoyadas con argumentos, es un debate.


Educación Cívica 1,Ciudad de Buenos Aires, Paola C. De Luca (et. al.), Buenos Aires, Santillana 2008

Moral y Ética

En el lenguaje común, estas dos palabras se utilizan como sinónimos pero, en realidad, no significan lo mismo. En pocas palabras, la moral es el conjunto de valores y de comportamientos que las personas de una comunidad creemos correctos. La moral se convierte en una especie de modelo a seguir, y las personas que respetan sus principios son consideradas buenas. No mentir, respetar la vida de las personas, ser fiel a nuestra pareja, cuidar a los niños, la libertad y la justicia son algunos ejemplos de actitudes y valores que integran nuestra moral.
Sin embargo, una comunidad puede considerar correcta una actitud que, en verdad, no debería ser un modelo a seguir. Por eso hace falta preguntarse ¿qué es lo más indicado para la vida buena? Y de eso se ocupa la ética.
Esta disciplina filosófica busca explicar por qué ciertos valores y actitudes son buenos, y por qué, por ejemplo, otras personas, de otras épocas o de otras sociedades, no lo creen así. Todos nos preguntamos cuáles son buenas acciones y cómo usar nuestra libertad; por eso, la Ética se convierte en un ejercicio cotidiano que nos ayuda a saber vivir bien.

Educación Cívica 1,Ciudad de Buenos Aires, Paola C. De Luca (et. al.), Buenos Aires, Santillana 2008