lunes, 21 de diciembre de 2009

Metáfora de los espejos

“…Con los medios hay que tener un poco de sana desconfianza. Sin embargo pasa como sucede con los espejos.
Uno crece en la inteligencia de que los espejos devuelven fielmente la imagen de quien se les pone adelante, y es una convicción muy fuerte. Hasta que por ahí alguien, alguna mano malvada, empieza a fabricar espejos que deforman, espejos que no devuelven la verdad sino la mentira.
Entonces uno a la mañana se va a afeitar y ve una persona rubia --uno que es morocho--, una persona distinta a lo que es uno, y uno tiene tánta confianza en los espejos, que incluso prevalece esa confianza por encima de la realidad.
Y uno que se sabe morocho, que ha vivido una morocha vida durante tantos años y que ha andado entre morochos, se ve rubio en el espejo y empieza a asumir rubias conductas.
Yo creo que a lo mejor ha llegado el tiempo de desconfiar del espejo. De desconfiar del espejo y de pensar que a lo mejor los fabricantes de espejos tienen intereses inconfesables que nosotros no conocemos. Intereses entre los cuales figura el de lograr que nosotros nos creamos rubios siendo que somos morochos.
Así que a lo mejor más que mirar al espejo hay que preguntarle al de al lado, al que también es morocho, al que vive como nosotros, a ver cómo nos ve, a ver qué le pasa, a ver qué siente. Y a lo mejor hay que mirar más la realidad y menos el espejo de la realidad porque a veces ese espejo está tendenciosamente modificado, y es fraudulento…”
Vanesa Bouza Sociología
Alejandro Dolina, en TVR, 10 de noviembre de 2009

jueves, 10 de diciembre de 2009

Bourdieu según Nick Stevenson

Bourdieu dice de la estética dominante que es arbitraria porque no hay ninguna razón intrínseca por la que las preferencias y los gustos de la clase alta deban ser indicativos de una cultura elevada. La cultura es una herramienta de dominación de clase. La burguesía confunde como ahistóricos y desinteresados su estilo de vida y sus formas culturales de producción. El sistema de educación, por ejemplo, reproduce la dominación de la burguesía con el reconocimiento de la superioridad estética dominante. Bourdieu y Passeron (1977) sostienen que las instituciones educativas imponen a las clases trabajadoras la forma de vida dominante. El habitus dominante no socializa a los sujetos en las pautas culturales requeridas por el sistema educativo, sino que desemboca en la autoexclusión de las clases dominadas. A través de un proceso que Bourdieu llama ´violencia simbólica´, la clase obrera reconoce que el habitus dominante es superior al de ella. Para Bourdieu (1991), el lenguaje no sirve como mero instrumento de comunicación, sino que expresa la posición social del hablante. Dicho de otro modo, no es la complejidad del léxico de la burguesía lo que le asegura su superioridad. Antes bien, el dominio simbólico de la burguesía se mantiene por su capacidad de someter a censura la legitimidad de otros modos de expresión. Los estilos de vida de la clase obrera son, de acuerdo con esta lectura, culturalmente dominados y enjuiciados desde el punto de vista del estilo cultural dominante. De tal modo, aun aquellos que gozan de las vigorosas actividades de apoyar a un equipo de fútbol se inclinan a conceder un valor mayor a las formas más elevadas de práctica cultural (como la de asistir a una ópera).
Sociología Vanesa Bouza (UBA) Facultad de Ciencias Sociales
Stevenson, Nick: Culturas mediáticas, Buenos Aires, Amorrortu, 1998.

La perspectiva ´con´

Cada vez que un Muro de Berlín se tambalea (entre dos países soberanos que se reconocen mutuamente) se produce una emergencia disciplinar. Desaparecerá entonces una demarcación y un linde indeciso y turbulento hallaría de nuevo su eje. La solución de intervalo se convierte en el problema en sí; el fondo de invierte en la forma; se revela constructible la posibilidad de un no man´s land. ¿Qué fue, en su momento, el proyecto sociológico (1837, Auguste Comte) sino la inversión del muro de costumbres que separaba hasta entonces los territorios de lo individual (reservado a los psicólogos) del de los colectivos? Acerca de los primeros se debatían desde hacía siglos los moralistas y filósofos, describiendo y explicando las pasiones, los caracteres, las conductas; respecto a los segundos, los juristas y los historiadores estudiaban las razones de Estado, la grandeza y la decadencia de los imperios, los diversos tipos de repúblicas. Perturbadora y resistible, era la idea de que existía una correspondencia posible, correlaciones fuertes y verificables (si es preciso estadísticamente) entre los ´hechos sociales´, relevantes acerca de la historia de las sociedades, y las disposiciones íntimas que los caracteres dejaban en manos de lo arbitrario (se creía); como el máximo exponente de elección privada en que consiste suicidarse o divorciarse. La proposición ecológica (1866, Haeckel, igualmente inventor del ´pitecantropus´) demostró a continuación que había sistemas de vínculos complejos entre las distintas especies vegetales y animales, por una parte, y por la otra los suelos, medios y territorios en los que viven. De modo que derribó el muro que separaba lo vivo de lo inerte. Lo que, ciertamente, no invalidó las experiencias científicas acumuladas de una parte por botánicos y zoólogos, ni de la otra por los geólogos y geógrafos (los Tournefort, los Humboldt y los sabios viajeros del siglo XIX). Antes de la sociología, el individuo y la sociedad se definían cada uno de ellos por oposición al otro, como el vivo, en el vitalismo, se definía contra lo inerte (´la vida, conjunto de fuerzas que se resisten a la muerte´). Hasta el momento en que la posición en contra que obstaculizaba la inteligibilidad pasó irremisiblemente a la posición de con (la ecología, la ciencia de las relaciones del organismo con el entorno). Plantear una relación descriptible, regular e inteligible entre poblaciones de ideas y de formas por un lado y nuestras máquinas circulatorias por el otro –tales como las ´comunidades bióticas´ con su entorno ´abiótico´-- conduce a derribar el muro que separa lo ideal y el sustrato, lo significante de la huella. Pues, hasta ese momento, el orden simbólico se había pensado siempre en contra de la técnica (dos mil quinientos años de reflejos condicionados por y a partir de la oposición griega entre episteme y techné) y la tradición humanista consistía en apelar a las humanidades contra las maquinarias, ´al hombre contra el robot´.
Sociología Vanesa Bouza Sociología
Régis Debray, Introducción a la mediología