domingo, 23 de noviembre de 2008

La "distribución" de la escritura

La escritura, como técnica cultural, depende por completo de las formas de adiestramiento especializado, no sólo (como llegó a ser común en otras técnicas) para los productores, sino también para los receptores. En vez de ser desarrollo de una facultad inherente o generalmente accesible, es una técnica especializada totalmente dependiente de un adiestramiento específico. Por lo tanto, no es sorprendente que durante un período muy prolongado, los problemas más difíciles en las relaciones sociales de las prácticas culturales giraran en torno a la cuestión de la alfabetización.
Las relaciones sociales en la escritura
Las formas más tempranas de la escritura fueron desarrolladas por grupos muy limitados de especialistas (por lo general oficiales), a quienes les estaba reservada esta tarea; más tarde se extendieron algo más, gracias al constante desarrollo de las ciudades y al intercambio mercantil. El problema cultural no era agudo en esta etapa, pues la escritura era fundamentalmente una técnica de administración, de registro y de contratación. Fue en la etapa siguiente, cuando la escritura pasó a ocuparse, en una proporción cada vez mayor, de los asuntos legales, del aprendizaje, de la religión y de la historia, anteriormente transmitidos de forma oral, que las marcadas divisiones culturales, ya socialmente presentes en las sociedades sin escritura, se volvieron por así decirlo, técnicamente estabilizadas.
En el extraordinario desarrollo posterior de todos estos usos, e incluso mientras algunas otras relaciones sociales estaban cambiando, esta forma de estratificación de acceso se fue haciendo cada vez más importante.
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Las grandes ventajas de la escritura, con su enorme expansión de nuevas formas posibles de continuidad y acceso, se han visto contrarrestadas, en todos los sentidos, por las desventajas radicales que supone su inherente especialización de la facultad de recepción. Solo en los últimos ciento cincuenta años, en todas las culturales, una mayoría de personas ha tenido al menos un acceso mínimo a esta técnica que ya, durante dos milenios, había sido portadora de una gran parte de la cultura humana. Las consecuencias de esta larga (y en muchos lugares persistente) división cultural han sido muy grandes, y la confusión de los desarrollos surgidos a partir de ella, en las sociedades que por fin se están convirtiendo en alfabetas, todavía se sienten entre nosotros.
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Lo que se dice generalmente acerca de la invención de la imprenta es que favoreció en gran medida la expansión de una cultura previamente minoritaria y la convirtió, por fin, en una cultura de las mayorías. Sin embargo, es aquí donde debemos distinguir con la mayor claridad posible entre una invención técnica y una tecnología, y posteriormente entre una tecnología y sus relaciones sociales reales o posibles.
Con la invención de la escritura, se da ya una asimetría básica entre el uso de este poderoso nuevo medio de comunicación y la condición de simple miembro de una sociedad. Esta asimetría se acentúa a medida que aumenta la importancia de la escritura, pero la habilidad para leer crece mucho más lentamente. Las relaciones entre una cultura todavía predominantemente oral y este creciente e importante sector en su “interior” son, pues, particularmente complejas y pronto se alcanza un punto en el que existe una diferencia cualitativa entre el área oral, que todos comparten pero a la cual la mayoría se encuentra confinada, y el área alfabetizada, que adquiere una importancia cultural creciente pero es al mismo tiempo minoritaria y dominante.
TÉCNICAS Y TECNOLOGÍAS
El punto en el cual se alcanza esta relación crítica varía ampliamente en diferentes sociedades, pero en todas partes se pone de manifiesto la distinción fundamental entre una invención técnica, una tecnología y las relaciones sociales dentro de las cuales pueden únicamente operar las tecnologías. Así, pues, la tecnología de la escritura no consiste sólo en la serie de inventos –unos caracteres, un alfabeto y los materiales para su producción—que inician el proceso, sino también en el modo de distribución de la obra así producida. Y el modo mismo de distribución no es solamente técnico –copia de manuscritos y más tarde impresión—sino que depende también de una tecnología más amplia, determinada básicamente por las relaciones sociales, en las que se produce la habilidad misma para leer, que constituye la verdadera esencia de la distribución. La invención de la imprenta, un estadio tecnológico clave en la tecnología de la distribución, tuvo notables y tempranos efectos por cuanto hizo que la distribución técnica fuera mucho más fácil pero en condiciones de distribución social relativamente inalteradas. Además, el aumentar decisivamente la importancia de la cultura escrita, dio lugar a un nuevo tipo de estratificación, en la cual declinó la importancia, tanto cultural como social, de la cultura mayoritaria, todavía oral.
Williams, Raymond. Cultura. Sociología de la Comunicación y del Arte. Paidos, Barcelona, 1981.

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