martes, 18 de noviembre de 2008

Ciencia e Industria

"La expansión sin precedentes del capitalismo no hubiera sido posible sin la contribución del desarrollo científico y tecnológico. La crisis fue un gran acicate para el desarrollo de la ciencia aplicada a la industria.
Esta tendencia se acentuó a fines de siglo y dentro de las industrias básicas implicó el comienzo de la utilización de la energía eléctrica y el motor de combustión interna que significó la introducción de los derivados del petróleo en reemplazo del carbón como combustible. Con el empleo de la energía eléctrica aparecieron múltiples inventos que hoy forman parte de nuestra visa cotidiana, como por ejemplo la lamparilla eléctrica y el gramófono (primer artefacto apto para la reproducción de sonidos) inventados por el norteamericano Thomas Alva Edison, el teléfono inventado por Alexander Graham Bell o el cine, cuya invención se debe a los hermanos Lumiére, de Francia. La introducción del petróleo permitió el desarrollo del automóvil y de los primeros aviones de motor.
Pero los cambios también afectaron la organización laboral y una de las innovaciones de ese periodo fue lo que se conoció como “organización científica del trabajo”. Este sistema, que se asoció con el nombre de su introductor, el ingeniero Taylor, consistía en fragmentar el proceso de trabajo en muchas tareas más pequeñas medidas cronométricamente para determinar el tiempo que duraba el trabajo completo; luego se analizaba si el tiempo podía ser reducido para que la producción fuera mayor, más rápida y de menor costo. El “taylorismo”, como se conoció esta forma de organizar el trabajo, establecía un sistema de incentivos por productividad, dado que el poder medir el tiempo necesari9o para producir un determinado bien, era posible premiar a quienes lo superaran. De esta forma la competencia se establecía también entre los trabajadores.
El taylorismo generó muchas reacciones porque determinó que los trabajadores perdieran todo control sobre la forma de realizar su trabajo y por lo tanto que temieran que los incentivos significaran la introducción del trabajo a destajo, es decir, el pago del salario en función de la cantidad de bienes producidos y no de la jornada laboral.
La complejización de las empresas también condujo al crecimiento del número de empleados administrativos, los llamados “trabajadores de cuello blanco”, y a un cambio del perfil del empresario: las empresas no estaban dirigidas por sus dueños sino por un gran número de gerentes y funcionarios.
Historia. El Mundo Contemporáneo. Siglos XVIII, XIX y XX. (pág. 73). Estrada, 2000, Bs. As.

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