domingo, 1 de agosto de 2010

El aula y la contra-hegemonía

“La resistencia funciona como un tipo de negación o de afirmación opuesta a los discursos y prácticas dominantes. Por supuesto, la resistencia con frecuencia carece de un proyecto político y suele reflejar prácticas sociales de naturaleza informal desorganizada, apolítica y ateórica. En algunos casos, la resistencia puede constituir una negativa no reflexiva y derrotista a someterse a diferentes formas de dominación; más aún, la resistencia puede ser considerada ocasionalmente una forma de rechazo cínica, arrogante e ingenua de las formas opresoras de regulación moral y política.

El concepto de contra-hegemonía, en cambio, implica una comprensión más política, teórica y crítica de la naturaleza de la dominación y del tipo de oposición activa que esa dominación debería engendrar. Y lo que es más importante, el concepto de contra-hegemonía no sólo expresa la lógica de la crítica sino la creación de nuevas relaciones sociales y espacios públicos que definen contra-instituciones, relaciones vividas e ideologías que encarnan formas alternativas de experiencia y de lucha. Como campo reflexivo de la acción política, la contra-hegemonía desplaza la naturaleza característica de la lucha del terreno de la crítica al terreno, colectivamente construido, de la esfera contra-pública.

Nos hemos ocupado de esta distinción porque creemos que esclarece la manera en que los programas de formación docente han estado y siguen estando ajenos a una visión y a un conjunto de prácticas que pertenecen a un proyecto político seriamente dedicado a luchar por la democracia y la justicia social. A lo largo de los años, muchos teóricos han argumentado acertadamente que los programas de formación docente rara vez se ocupan de las implicaciones morales de la desigualdad que existe dentro de nuestra forma actual de capitalismo industrial, y la manera en que las escuelas funcionan para reproducir y exacerbar esa desigualdad. No resulta sorprendente que se haya prestado tan poca atención a pensar en el modo en que el poder, la ideología y la política actúan dentro de las escuelas para erosionar los ideales emancipatorios democráticos. (…)

(…)

Los estudiantes de maestros sólo reciben, en general, una concepción unidimensional de la enseñanza. En vez de considerar el aula como un terreno cultural donde una heterogeneidad de discursos colisionan en una constante lucha por la dominación, la escolaridad suele aparecer en los programas de formación docente como un conjunto de reglas y prácticas regulatorias despojadas de ambigüedad, contradicciones, paradojas y resistencia. Las escuelas como lugares públicos, son presentadas como sitios donde no hay vestigios de lucha ni de actividades contestatarias ni de política cultural. Rara vez se presenta la realidad del aula como un proceso socialmente construido, determinado históricamente y mediado por relaciones institucionalizadas de clase, género, raza y poder.”

Vanesa Bouza  Lic. Ciencias de la Comunicación - Facultad de Ciencias Sociales (UBA)
Mc Laren, Meter, en Pedagogía, identidad y poder. Ed. Homo Sapiens, 1998. Cap. I (páginas 17- 19)

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