jueves, 10 de diciembre de 2009

La perspectiva ´con´

Cada vez que un Muro de Berlín se tambalea (entre dos países soberanos que se reconocen mutuamente) se produce una emergencia disciplinar. Desaparecerá entonces una demarcación y un linde indeciso y turbulento hallaría de nuevo su eje. La solución de intervalo se convierte en el problema en sí; el fondo de invierte en la forma; se revela constructible la posibilidad de un no man´s land. ¿Qué fue, en su momento, el proyecto sociológico (1837, Auguste Comte) sino la inversión del muro de costumbres que separaba hasta entonces los territorios de lo individual (reservado a los psicólogos) del de los colectivos? Acerca de los primeros se debatían desde hacía siglos los moralistas y filósofos, describiendo y explicando las pasiones, los caracteres, las conductas; respecto a los segundos, los juristas y los historiadores estudiaban las razones de Estado, la grandeza y la decadencia de los imperios, los diversos tipos de repúblicas. Perturbadora y resistible, era la idea de que existía una correspondencia posible, correlaciones fuertes y verificables (si es preciso estadísticamente) entre los ´hechos sociales´, relevantes acerca de la historia de las sociedades, y las disposiciones íntimas que los caracteres dejaban en manos de lo arbitrario (se creía); como el máximo exponente de elección privada en que consiste suicidarse o divorciarse. La proposición ecológica (1866, Haeckel, igualmente inventor del ´pitecantropus´) demostró a continuación que había sistemas de vínculos complejos entre las distintas especies vegetales y animales, por una parte, y por la otra los suelos, medios y territorios en los que viven. De modo que derribó el muro que separaba lo vivo de lo inerte. Lo que, ciertamente, no invalidó las experiencias científicas acumuladas de una parte por botánicos y zoólogos, ni de la otra por los geólogos y geógrafos (los Tournefort, los Humboldt y los sabios viajeros del siglo XIX). Antes de la sociología, el individuo y la sociedad se definían cada uno de ellos por oposición al otro, como el vivo, en el vitalismo, se definía contra lo inerte (´la vida, conjunto de fuerzas que se resisten a la muerte´). Hasta el momento en que la posición en contra que obstaculizaba la inteligibilidad pasó irremisiblemente a la posición de con (la ecología, la ciencia de las relaciones del organismo con el entorno). Plantear una relación descriptible, regular e inteligible entre poblaciones de ideas y de formas por un lado y nuestras máquinas circulatorias por el otro –tales como las ´comunidades bióticas´ con su entorno ´abiótico´-- conduce a derribar el muro que separa lo ideal y el sustrato, lo significante de la huella. Pues, hasta ese momento, el orden simbólico se había pensado siempre en contra de la técnica (dos mil quinientos años de reflejos condicionados por y a partir de la oposición griega entre episteme y techné) y la tradición humanista consistía en apelar a las humanidades contra las maquinarias, ´al hombre contra el robot´.
Sociología Vanesa Bouza Sociología
Régis Debray, Introducción a la mediología

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