lunes, 2 de noviembre de 2009

La Imagen

1. Omite el enunciado negativo. Un no árbol, una no venida, una ausencia, pueden decirse, pero no mostrarse. Una posibilidad, un programa o un proyecto –todo lo que niega o trasciende lo real efectivo—no ´pasa´ a la pequeña pantalla. Y con motivo, dado que este tipo de signo es positivante. Si las ´imágenes del mundo´ transforman el mundo en una imagen ´tomada en vivo´, el mundo será menos que dialéctico, una serie de afirmaciones autosuficientes. A brave new world. Efectivamente, sólo lo escrito tiene marcadores de oposición y de negación.
2. La imagen únicamente puede mostrar individuos o tokens, no categorías o tipos. Omite lo universal y las generalizaciones. Por consiguiente, no es realista sino nominalista: sólo es real el individuo, el resto no es mostrable.
Lo que es más aplicable si cabe a la imagen de TV, condenada al plano general. Lo audiovisual, lo capital, o la burguesía como la igualdad o la fraternidad no pasarán jamás a la pequeña pantalla, pero sí un ruso determinado, ese hombre, este empresario o este obrero. ´Todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley´, es una proposición de derecho técnicamente prohibida para la imagen, salvo que se le añada un comentario.
3. La imagen omite a los operadores sintácticos de la disyunción (o… o) y de la hipótesis (si, entonces). La subordinación, las relaciones de causa-efecto, igual que las de contradicción. Los mecanismos de una negociación social o diplomática –en definitiva, su razón de ser concreta—son, para la imagen, abstracciones. No el rostro de los negociadores, que son meros figurantes. La intriga cuenta menos que el actor. La imagen no puede proceder más que por yuxtaposición y adición, sobre un solo plano de realidad, sin posibilidad de metanivel lógico. El pensamiento mediante imágenes no es que sea ilógico sino alógico. Forma un mosaico sin el relieve de escalonamientos múltiples de una sintaxis.
4. La imagen grabada siempre está en el presente. Se lleva mal con el tiempo. No podemos ser sino sus contemporáneos. Ni vamos por delante, ni atrasados. ¿La duración? Una sucesión lineal de momentos presentes equivalentes los unos a los otros. Lo duradero (´me estuve acostando muy temprano durante largo tiempo´), lo optativo (´levantaos rápido, tempestades deseadas´), lo frecuentativo (´me solía ocurrir que´), el futuro anterior o el pasado compuesto no tienen un equivalente visual directo (a menos que se recurra a la voz en off).

Lo que le está técnicamente prohibido por ese modo semiótico es evacuado mentalmente por el usuario. A fuerza de ver cómo desfilan las imágenes (de un tipo determinado, ya que no existe imagen en general), incluso vemos mejor lo que dicha imagen puede hacernos ver. No en vano, si la imagen grabada, contrariamente al discurso escrito, no puede reflexionar acerca de sí misma. Y no podemos descubrir su puntos ciegos más que dándole al botón, y abriendo un libro, por ejemplo (no se puede mostrar todo, pero se puede escribir todo, incluso aquello que no se puede mostrar).
Vanesa Bouza Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA)
Debray Régis, El consejo de las disciplinas, en Introducción a la mediología
Vanesa Bouza Sociología

0 comentarios: