El Animal que Habla

Todos tenemos una idea vaga –completamente falsa, por lo demás- de un primer hombre primitivo profiriendo gruñidos y aullidos como Tarzán y acompañando la bronca melodía de estos vocablos con un redoble de golpes en el pecho. Pero puede afirmarse con seguridad casi plena que el lenguaje de los hombres no comenzó así. Ha de haber comenzado con un balbuceo incesante, seguramente en la oscuridad. La oscuridad es siempre aterradora, especialmente para el que está solo: muy temprano el hombre aprendió a apreciar la sensación de sociedad, lo tranquilizador de no estar solo después de que el sol se ha puesto, cuando la luna no se ha levantado todavía y la caverna carece de luz. El habla surgió seguramente antes del descubrimiento del fuego y seguimos tendiendo hasta hoy a usar el lenguaje simplemente como un modo de establecer y desarrollar el contacto humano, más que como medio de transmitir mensajes y expresar sensaciones (…)
Anthony Burgess, El animal que habla