domingo, 30 de noviembre de 2008

Representación y creación de Estereotipos

Una preocupación central del estudio de los medios de comunicación (los “medios”, de aquí en adelante) es el tema de representación. Esta preocupación existe porque los medios no enseñan ni pueden mostrar el mundo tal como es. Si los medios fuesen solamente una ventana abierta al mundo, capaz de presentar la realidad sin mediación alguna, no tendría sentido en absoluto hacerlos el objeto de estudio. Los medios y la vida real serían exactamente la misma cosa. Pero está claro que esto no es así. Cuando nos dan una fotografía en la que aparecernos nosotros, somos conscientes, inmediatamente, de que nosotros somos la persona de la fotografía y, a la vez, no lo somos -es un parecido paro no es la persona real-; la fotografía es una representación de uno mismo. Es decir, todos los textos visuales son representaciones -se parecen, más o menos, a las personas, lugares y sucesos que representan-. El término representación abarca un número de conceptos.
En primer lugar, abarca la idea de representación -presenta algo de nuevo-. Los medios representan personas reales y sucesos que jugaron y siguen jugando, posiblemente, un papel activo en el mundo real. No obstante, en el acto de presentar algo de nuevo, no todas las personas o todos los aspectos de un suceso pueden ser reproducidos por los medios. Debe haber una selección. Durante este proceso de selección, deben tomarse decisiones sobre quién y qué se va a mostrar; qué gente y qué sucesos, y cómo esta gente y estos sucesos serán presentados. Tales decisiones se basarán en una serie de criterios: su interés como noticia, la familiaridad del espectador, las convenciones, costumbres, su valor como entretenimiento, motivo, punto de vista, etc. Es importante tener conciencia que las selecciones no se hacen sin prejuicio y, consecuentemente, que las imágenes que resultan de tal proceso de selección tampoco están libres de prejuicio.
Segundo, el término en cuestión abarca la idea de que una representación es de algún modo algo representativo,- en otras palabras, que es algo típico o característico de la persona o grupo, representado. A menudo, lo que se pone en cuestión cuando se habla de imágenes en los medios, es hasta qué punto éstos nos presentan las imágenes como algo típico o representativo de un grupo. Cuando una serie limitada de símbolos se representan repetidamente como algo típico del grupo, pasamos a la cuestión de la creación de los estereotipos. Esto es una consideración política y social importante para muchos grupos: ¿representan los medios al ama de casa como la mujer típica de todas las mujeres? ¿El uso de la droga como típico de la juventud? ¿El hurto corno típico de los gitanos? O como sucede en mi cultura, ¿el consumo de alcohol como comportamiento típico de los aborígenes?
La tercera idea que la palabra representación abarca es la que considera que una imagen «representa» algo en el sentido de que habla por un grupo. Por ejemplo, nuestro representante político local nos representa en el Parlamento, es decir, vemos cómo habla por nosotros. Muchas imágenes que vemos en los medios bien podrían interpretarse erróneamente como algo que habla por parte de un grupo. Cuando vemos cualquier imagen, debemos preguntar: ¿Quién habla aquí?Debemos preguntar si la imagen que nos presentan es la misma que el grupo hubiese elegido para representarse a sí mismo o si fue elegida por otros. En el caso de la propaganda, la respuesta es relativamente simple. Habla el que hace la propaganda y éste selecciona, sencillamente, la imagen como vehículo para vender el producto. El asunto es más complejo cuando se trata de imágenes de grupos minoritarios o de imágenes que no son comerciales. Entonces la pregunta debe ser: ¿Quién decide quién habla por quién?
El cuarto significado del término representación se aclara con la pregunta: ¿Qué representa la imagen para mí? Aquí se hace prominente el tema de la interpretación del espectador. No todo el mundo comprende las imágenes de manera idéntica. Nuestro sexo, raza, cultura, política y experiencia de la vida nos hace ver el mundo de un modo diferente. Por lo tanto, es bien probable que no todos interpretemos idénticamente una imagen. En Gran Bretaña, por ejemplo, salió a la calle un anuncio de un coche de la fábrica Fiat que, lucía el siguiente eslogan publicitario: «Si este coche fuera una dama te pellizcarías el trasero». Debajo de estas palabras, alguien escribió: “Si esta dama fuese un coche te atropellaría”.
Este graffiti es un ejemplo simple de algo que puede interpretarse diferentemente.
Así, pues, aunque la mayor parte de imágenes llevan instrucciones explícitas de cómo deben ser interpretadas a través del uso de palabras o de la voz de un locutor, no se puede asegurar una interpretación predeterminada por parte del público.
Antes de examinar cómo podemos tratar algunos de estos temas en clase, quiero resumir los motivos por los cuales el acto de representación es un concepto tan importante en el estudio de los medios: dicho acto proporciona preguntas claves sobre qué puede decirnos una imagen acerca del mundo; preguntas sobre puntos de vista distintos, de quién elige las representaciones y que opinión ofrecen éstas; preguntas de poder: ¿quién habla y por parte de quién se habla? Preguntas, también, sobre el público y cómo éste interpreta las imágenes.
Este artículo pretende explorar algunos de estos temas, haciendo resaltar los estereotipos que los medios divulgan.
El estudio de estereotipos en los medios es un modo útil de estudiar el nexo entre imagen e ideología. Los estereotipos indican qué consideramos típico o característico de un grupo y nos ofrecen ejemplos concretos y accesibles de la ideología en la práctica. Cuando examinamos estereotipos de categorías sociales como las mujeres, los jóvenes, los ancianos y grupos étnicos en los medios, analizamos costumbres culturales que tienen ramificaciones políticas y sociales significantes.
El enfoque que adopto en este trabajo hace énfasis en diversos aspectos del significado y la función del estereotipo. Una pregunta indispensable es: ¿quién se beneficia mediante el uso de estereotipos negativos de determinados grupos sociales? Por necesidad, me hago servir de ejemplos de mi cultura, pero espero que puedan aplicar las ideas a la representación de grupos sociales en su propia cultura.
La naturaleza y función del estereotipo
Un estereotipo, según uso el término en este trabajo, se define -de la siguiente manera. Primero, un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple. Es un proceso reduccionista que suele causar, a menudo, distorsión. porque depende de su selección, categorización y generalización, haciendo énfasis en algunos atributos en detrimento de otros.
Segundo, los estereotipos son conceptos de un grupo, lo que un grupo piensa de otro. Son algo que comparte un grupo existiendo consenso acerca de su contenido. Dado que el estereotipo es una manera de categorizar y describir a un grupo, cualquier estereotipo es predominantemente evaluativo. La función del estereotipo es justificar la conducta del grupo que cree en él en relación al grupo que se valora. Esto explica la «naturalidad» de los estereotipos: parecen naturales y obvios porque casi todo el mundo comparte el conocimiento de su existencia.
Tercero, los estereotipos, a través de la simplificación y la generalización, nos permiten organizar información sobre el mundo. Sirven para establecer marcos de referencia y- maneras de orientar nuestras percepciones. El estereotipo funciona a modo de sistema cognitivo selectivo para organizar nuestro pensamiento.
Cuarto, los estereotipos son a la vez ciertos y falsos. Las características que se seleccionan para categorizar a un grupo social no se inventan, sino que se escogen de una lista enorme de posibilidades. La selección en sí se basa en una serie de prejuicios sobre el grupo. La veracidad del estereotipo yace en la selección de las características; su falsedad yace en la distorsión que resulta al seleccionar determinados rasgos característicos que se aceptan como rasgos representativos del grupo.
Muy a menudo, los estereotipos se crean como respuesta a una amenaza, una amenaza percibido, por lo menos, contra el grupo dominante social. Para explicar esta observación, tomo como ejemplo la formulación de un antiguo estereotipo de las gentes indígenas australianas: los aborígenes.
Australia era una colonia que fue poblada por inmigrantes blancos británicos a principios de la octava década del siglo pasado. Las normas sociales de los primeros colonos libres eran, principalmente, las de la clase media baja de una sociedad liberal y capitalista sometida a la gran influencia del pensamiento católico irlandés y a la filosofía no conformista de Wowser. En esa época se exaltaban las virtudes del trabajo, las posesiones materiales, el comercio y la familia como unidad social.. La cultura del aborigen no valoraba la competición, la ganancia económica, el progreso o el trabajo. Los sistemas de valores de ambos grupos, no obstante, tenían en común su dependencia de la tierra. Para los colonos, el progreso significaba la adquisición de tierra, cosa muy esencial para su sustento. La tierra era igualmente imprescindible para el sustento y organización social de los aborígenes. El aborigen amenazaba el progreso material del colono y defendía su tierra con el uso de las armas. Esta, amenaza suscitó una reacción dura y de índole racista en los medios de información de aquellos tiempos, una reacción que reflejaba, en parte, el punto de vista de los blancos y que, en parte, contribuyó a formular el mismo.
Las citas que siguen (tomadas de «Racism and the Press», en Racism: The Australian Fxperience, vol. 1, Sydney and New Zealand Book, 2ª edición, pág. 152, 1974) prueban que la reacción de los medios de comunicación creó el estereotipo del salvaje violento:
Está claramente comprobado por experiencia fatal y sanguínea que, como no se extermine o se quite del medio al negro, toda esperanza de que éste cese su agresión es algo sumamente absurdo. Toda la conciliación, toda merced -toda bondad-, todos los ruegos y esfuerzos que hemos mostrado para procurar que estas infelices tribus comprendan los beneficios de la civilización no han servido para nada; su única respuesta ha sido recurrir a la matanza y al saqueo, con la obvia determinación de exterminar a todo blanco de tal manera (Hobart Toum Colonial Advocate, 1 de mayo, 1828).
A juzgar por las salvajadas que desde hace mucho tiempo el aborigen comete contra el colono, podríamos pensar que son los colonos europeos, no los aborígenes, quienes necesitan «Protectores»... No hace muchos días, conversamos con un caballero que tiene tierra y ganado un poco más lejos de los límites fronterizos de esta colonia, con la sanción del gobierno... : Éste nos contaba que está en su derecho al asegurarnos que dispararía contra los aborígenes como si fueran fieras salvajes si los sorprendía robando o cazando sus ovejas o vacas con lanzas. (Herald, 1837.)
Protejan al colono blanco y a su familia del peligro de los puercos y brutales caníbales de Nueva Holanda. Les aconsejamos a los colonos que se protejan a sí mismos, ya que el gobierno no se esfuerza suficientemente para protegerlos; y si el salvaje feroz se propone saquear o destruir su propiedad o matarlos a ustedes, o a su familia, o a sus criados, haga con él lo que haría con cualquier ladrón o asesino blanco: MATENLO A BALAZOS. (Sydng Thunderer, 14 de noviembre, 1839.)
Es decir, la fuerza de un estereotipo, su acogimiento y uso como concepto comunicativo, se mide en relación directa al grado en que éste es percibido por sus oyentes corno representación válida de la realidad. El estereotipo del salvaje violento es erróneo en el sentido que toda generalización simplificada no toma en cuenta las diferencias que existen entre diversos grupos. Sin embargo, el estereotipo del salvaje violento, propagado por los medios es percibido como válido por el público porque está arraigado en la realidad objetiva observable: las condiciones materiales y sociales de los aborígenes. El grupo desplazado, los aborígenes, luchó contra los invasores para defender su derecho: su tierra, la cual significaba para ellos su único modo de supervivencia. La condición material es la falta y necesidad de tierra que tiene el aborigen; la situación social es, su resistencia armada contra el colono blanco. Su condición social es el resultado directo de su condición material. Los medios evalúan negativamente esta condición y describen a los aborígenes peyorativamente como salvajes violentos. Tal evaluación peyorativa se convierte entonces en una característica innata del grupo y se ignoran las causas históricas de dicha condición. Los aborígenes son vistos como asesinos violentos, incapaces de apreciar los beneficios de la civilización que está destruyendo su modo de vida y de supervivencia. Esta característica innata, la de salvaje violento, es presentada por los medios como la causa de su condición en vez de su efecto. En otras palabras, se piensa que el aborigen no tiene tierra porque es un salvaje violento que se merece, por tanto, su suerte. Con la inversión de la causa y efecto, la representación por medio del estereotipo puede «comprobarse» como algo cierto y así se justifica ésta. Tal proceso de identificación de una condición social, su evaluación negativa, su acogimiento como característica innata y negativa y, finalmente, la inversión de la causa y efecto es lo que Perkins identifica como una parte instrumental de todo estereotipo. El proceso es dinámico porque las condiciones sociales cambian y, consecuentemente, el estereotipo se modifica de acuerdo al cambio.
El identificar el proceso de cómo se crean los estereotipos no explica por qué se crean los estereotipos. En este caso, el estereotipo del salvaje violento y atrasado funcionó para racionalizar el comportamiento del colono blanco. La filosofía de los colonos consistió en apoderarse de la tierra y usarla para que produjera; fue una filosofía que estaba en conflicto directo con los intereses de los dueños tradicionales: los aborígenes.
El proceso de crear un estereotipo de un grupo racial, de hacer la representación representativa, como hemos visto arriba, ha comenzado ya. Es imperativo saber cómo funciona este proceso para comprender la función ideológica del estereotipo y del papel que juega para lograr reducir el peligro percibido por la cultura dominante.
El ejemplo anterior del aborigen como salvaje sirve también para demostrar cómo los cambios en la condición social pueden incorporarse en una versión más moderna del mismo estereotipo. El siglo veinte ve nacer en los medios de comunicación una representación nueva del aborigen australiano. Es la visión del aborigen como ser infantil, estúpido, perezoso e irresponsable. La representación no es verdaderamente nueva, ya que incorpora las imágenes originales del «salvaje violento», pero ahora se hace énfasis, por primera vez, en su calidad infantil y en su estupidez.
¿Por qué surgió tal estereotipo y cómo funcionó ideológicamente? Una vez más, la condición social del grupo proporcionó una base afincada en la realidad para construir el estereotipo citado. El peligro de oposición a la expansión territorial del colono blanco se había neutralizado gracias a los recursos superiores de los colonos.
Los aborígenes fueron dispersados en grupos pequeños a través de una gran extensión de tierra. Dentro de estos grupos existía una estructura política amorfa y escasez de recursos económicos, factores que no les permitía negociar su posición con los terratenientes blancos. Esta falta de poder dio lugar a una forma rapaz de colonización rara vez vista previamente. El proceso de desposeer al aborigen de sus tierras fue total, ya que los primeros colonos necesitaban la tierra pero no sus habitantes originales y resolvieron, por tanto, desterrar al aborigen completamente.
Esta arremetida concertada de la sociedad blanca tuvo éxito en herir gravemente la estructura socioeconómica de la cultura indígena, algo que creó grupos tribales desmoralizados, llenos de odio, sin suficiente autonomía y orden para poder reorganizarse y adaptarse al cambio de modo constructivo. En la década de los años treinta de este siglo, la enfermedad y la depravación redujeron el número de aborígenes y afectaron la salud de muchos sobrevivientes. Este cambio en la condición social de los aborígenes, el de convertirse en una gente aislada y desmoralizada, después de haber defendido activamente su tierra, fue evaluado negativamente por los medios que describieron al aborigen como ser apático, indolente y estúpido.
El asesoramiento peyorativo de su condición social fue presentado en los medios como la causa de tal condición. A los aborígenes se los representó en los medios consistentemente como gente inferior intelectual y socialmente y, por implicación, como merecedores de su destino. Las causas históricas de su condición fueron ignoradas y sus efectos se presentaron en los medios de comunicación como la causa de su desastrosa suerte.
El papel de los Medios de Comunicación
Los Medios de comunicación refuerzan las opiniones generales de la gente y sirven para definir el contenido del estereotipo para su público, recurriendo a la presentación y repetición de representaciones coexistentes. El contenido del estereotipo que aparece en los medios viene de la interpretación social de un grupo. Estas interpretaciones son invariablemente negativas, y parece ser que el estereotipo emerge a través de estas evaluaciones negativas. Los medios nunca explican los cambios en la condición social en términos históricos. La historia se evapora y no se toman en cuenta las causas de la condición social. Ciertos atributos del grupo que radican en su condición social son descritos como si fuesen la causa de la misma condición social. Se invierten causa y efecto y los efectos se evalúan negativamente y se citan como la causa de la situación inferior del aborigen, como en el ejemplo de los aborígenes y su problema con el alcohol y su combatividad.
Este vínculo con las condiciones sociales le da validez al estereotipo. Al ser en parte verdad, se convierte en un componente de nuestra ideología: la gente puede identificar su grano de verdad y así, pues, el estereotipo se difunde efectivamente.Por regla general, el estereotipo llega a ser conocido por la comunidad, aunque no todos lo adopten corno verdad; como tal, el estereotipo sirve como poderoso instrumento de información.
El papel del educador es intentar superar las nociones simplistas de los estereotipos. No es suficiente enseñarle al estudiante que los estereotipos son falsos, o que éstos conciernen a gente que desconocemos. Es simplista enseñar que tenemos habilidad para rechazar los estereotipos. La enseñanza debe concentrar sus esfuerzos para educar al estudiante sobre las funciones de los estereotipos, y cómo organizan y limitan nuestro modo de ver el mundo. Una vez que el estudiante tenga conciencia de cómo funcionan los estereotipos, más oportunidad tendrá de rechazar el modo de pensar simplista que los medios de información suscitan.
Conceptos claves sobre los estereotipos
- Un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple (causando distorsión en dicho proceso porque se hace más énfasis en algunos aspectos del grupo mientras que se ignoran otros).
- El estereotipo es un modo de categorizar el mundo real, de darle significado a un aspecto específico de ese mundo en vez de otro. El estereotipo nos permite organizar información sobre el mundo.
- Algunos estereotipos pueden parecer obvios porque son conocidos por todos. Estos se convierten en un modo natural. de pensar, de hablar y de bromear acerca de grupos sociales reales como las mujeres, los aborígenes, etc.
- Los estereotipos “codifican” nuestras reacciones con la gente y nuestras ideas sirven para construir y a la vez reforzar un sistema de convenciones sociales que presentamos y utilizamos.
- El estereotipo es un concepto de “grupo”. Es algo que comparte un grupo y hay mucha uniformidad sobre su contenido. (No se puede tener estereotipos “privados”)
- Un estereotipo describe a un grupo, usualmente en lo que se refiere a sus rasgos característicos.
- Los estereotipos suelen ser descripciones basadas en lo subjetivo, no lo objetivo. Por ejemplo: rubia tonta, negro sucio.
- El estereotipo es un concepto, un sistema selectivo de organización cognitiva y es un aspecto del pensamiento humano.
- Hay dos maneras de “tener” un estereotipo:a) podernos creer en su veracidad;b) no podemos creer en su veracidad pero sabemos que existe y cual es su contenido.
- En Australia, por ejemplo, existen estereotipos sobre: grupos estructurales: color, género, edad, clase grupos significantes: suegras, judíos, irlandeses, científicos, etc. grupos aislados: homosexuales, gitanos, comunistas, drogadictos grupos adversarios: fascistas, chauvinistas, esnobs, grupos socialmente insignificantes: rubias, pelirrojas, vendedores de coches de segunda mano.
- Los estereotipos sirven para proteger los intereses de algunos grupos y no los de otros. Generalmente, el estereotipo se aplica a grupos que luchan por el poder político del que carecen: mujeres, negros, homosexuales, por ejemplo.
- El estereotipo sirve para justificar o racionalizar nuestra conducta en relación a la categoría que representa; es decir, sirve para justificar nuestro acogimiento o rechazo de un grupo.
- Un estereotipo es efectivo en el grado que invoca un consenso. El estereotipo representa una opinión común acerca de un grupo social.
- El consenso que invoca un estereotipo es menos real de lo que aparenta porque, por lo normal, nuestras ideas sobre grupos sociales son el producto de estereotipos.
- La fuerza de un estereotipo, es decir su aceptación y uso como un concepto comunicativo tiene una relación directa al grado en que éste es percibido por su público corno una representación válida de lo real.
- El estereotipo se crea con:
1. la identificación de una condición social;
2. la evaluación negativa de tal condición social;
3. la formulación de esta evaluación como una característica innata del grupo.
4. la presentación de esta evaluación negativa como la causa de la condición social en vez del efecto de la misma.
Con la inversión de la causa efecto, es que el efecto se presenta como la causa, se “prueba” y, por tanto, se justifica el estereotipo.
Quin, Robyn: "Representación y estereotipos”, en “La Revolución de los medios audiovisuales".
Roberto Aparici. Ediciones de la Torre, Madrid, 1996 (páginas 225-232). (Extraído de: http://www.uned.es)

La Separación Consumada

"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado."


FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.


1

Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos.Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación.



2

Las imágenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra, consumada, en el mundo de la imagen hecha autónoma, donde el mentiroso se miente a sí mismo. El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente.



3

El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y toda la conciencia. Precisamente porque este sector está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada.



4

El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.



5

El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung[1] que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado.



6

El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la omnipresente afirmación de una opción ya efectuada en la producción, es su consumación consecuente. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna.



7

La separación misma forma parte de la unidad del mundo, de la praxis social global que se ha escindido en realidad y en imagen. La práctica social, a la que se enfrenta el espectáculo atónomo, es también la totalidad real que contiene el espectáculo. Pero la escisión en esta totalidad la mutila hasta el punto de hacer aparecer el espectáculo como su objeto. El lenguaje espectacular está constituido por signos de la producción reinante, que son al mismo tiempo la finalidad última de esta producción.



8

No se puede oponer abstractamente el espectáculo y la actividad social efectiva. Este desdoblamiento se desdobla a su vez. El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una adhesión positiva. La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente.



9

En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso.



10

El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que se ha hecho visible.



11

Para describir el espectáculo, su formación, sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir artificialmente elementos inseparables. Al analizar el espectáculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo. Pero el espectáculo no es nada más que el sentido de la práctica total de una formación socio-económica, su empleo del tiempo. Es el momento histórico que nos contiene.



12

El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que "lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece". La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia.



13

El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines. Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria.



14

La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectaculista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, el fin no existe, el desarrollo lo es todo. El espectáculo no conduce a ninguna parte salvo a sí mismo.



15

Como adorno indispensable de los objetos hoy producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector económico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de imágenes-objetos, el espectáculo es la principal producción de la sociedad actual.



16

El espectáculo somete a los hombres vivos en la medida que la economía les ha sometido totalmente. No es más que la economía desarrollándose por sí misma. Es el reflejo fiel de la producción de las cosas y la objetivación infiel de los productores.



17

La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social había implicado en la definición de toda realización humana una evidente degradación del ser en el tener. La fase presente de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo "tener" efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo toda realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por él. Solo se permite aparecer a aquello que no existe.



18

Allí donde el mundo real se cambia en simples imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales y en las motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico. El espectáculo, como tendencia a hacer ver por diferentes mediaciones especializadas el mundo que ya no es directamente aprehensible, encuentra normalmente en la vista el sentido humano privilegiado que fue en otras épocas el tacto; el sentido más abstracto, y el más mistificable, corresponde a la abstracción generalizada de la sociedad actual. Pero el espectáculo no se identifica con el simple mirar, ni siquiera combinado con el escuchar. Es lo que escapa a la actividad de los hombres, a la reconsideración y la corrección de sus obras. Es lo opuesto al diálogo. Allí donde hay representación independiente, el espectáculo se reconstituye.



19

El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.



20

La filosofía, en cuanto poder del pensamiento separado, no ha podido nunca superar por sí sola la teología. El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha religado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo, pero alberga en sí misma su rechazo absoluto, su engañoso paraíso. El espectáculo es la realización técnica del exilio de los poderes humanos en un más allá; la escisión consumada en el interior del hombre.



21

A medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño.



22

El hecho de que el poder práctico de la sociedad moderna se haya desprendido de ella misma y se haya edificado un imperio independiente mediante el espectáculo sólo puede explicarse por el hecho de que esta práctica poderosa seguía careciendo de cohesión y había quedado en contradicción consigo misma.



23

Es la más vieja especialización social, la especialización del poder, la que se halla en la raiz del espectáculo. El espectáculo es así una actividad especializada que habla por todas las demás. Es la representación diplomática de la sociedad jerárquica ante sí misma, donde toda otra palabra queda excluida. Lo más moderno es también lo más arcaico.



24

El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares esconde su índole de relación entre hombres y entre clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el espectáculo no es ese producto necesario del desarrollo técnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es por el contrario la forma que elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo, tomado bajo su aspecto restringido de "medios de comunicación de masa", que son su manifestación superficial más abrumadora, parece invadir la sociedad como simple instrumentación, ésta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la época donde se desarrollan tales técnicas no pueden ser satisfechas sino por su mediación, si la administración de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no pueden ejercerse si no es por intermedio de este poder de comunicación instantánea, es porque esta "comunicación" es esencialmente unilateral; de forma que su concentración vuelve a acumular en las manos de la administración del sistema existente los medios que le permiten continuar esta administración determinada. La escisión generalizada del espectáculo es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general de la escisión en la sociedad, producto de la división del trabajo social y órgano de la dominación de clase.[1] Weltanschauung: una filosofía particular de la visión de la vida, una concepción del mundo, que se deriva del aleman Welt (mundo) y Anschauung (percepción).



Debord, Guy: Capítulo I. La Separación Consumada (fragmento), en La Sociedad del Espectáculo, 1967.

¿Qué son los Habitus?

“…Al igual que las posiciones de las que ellos son el producto, los habitus están diferenciados; pero también son diferenciantes. Distintos, distinguidos, ellos son también operadores de distinción: ponen en juego principios de diferenciación diferentes o utilizan de modo diferente los principios de diferenciación comunes.
Estructuras estructuradas, principios generadores de prácticas distintas y distintivas –lo que el obrero come y sobre todo su manera de comerlo, el deporte que practica y su manera de practicarlo, sus opiniones políticas y su manera de expresarlas difieren sistemáticamente del consumo o de las actividades correspondientes del industrial--, estructuras estructuradas, los habitus son también estructuras estructurantes, esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión y de división, de gustos, diferentes. Producen diferencias diferentes, operan distinciones entre lo que es bueno y lo que es malo, entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo que es distinguido y lo que es vulgar, etc. Así, por ejemplo, el mismo comportamiento o el mismo bien puede parecer distinguido a uno, pretencioso a otro, vulgar a un tercero.
Pero lo esencial es que, cuando ellas son percibidas a través de sus categorías sociales de percepción, de sus principios de visión y de división, las diferencias en las prácticas, los bienes poseídos, las opiniones expresadas se vuelven diferencias simbólicas y constituyen un verdadero lenguaje. Las diferencias asociadas a las diferentes posiciones, es decir, los bienes, las prácticas y sobre todo las maneras, funcionan, en cada sociedad, al modo de las diferencias constitutivas de los sistemas simbólicos, como el conjunto de fonemas de una lengua o de un conjunto de rasgos distintivos y de separaciones diferenciales constitutivos de un sistema mítico, es decir, como los signos distintivos.
Pierre Bourdieu. “Capital cultural, escuela y espacio social”. Siglo Veintiuno; México. 1997

Preguntas de un Obrero ante un Libro

(B. Brecht)

Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas?¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India. ¿El sólo?
César venció a los galos. ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años. ¿Quién la ganó, además?
Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años. ¿Quién paga sus gastos?
Una pregunta para cada historia.

¿Resistencia o Sumisión?

“Cuando la búsqueda dominada de la distinción
lleva a los dominados a afirmar lo que los distingue,
eso mismo en nombre de lo cual ellos son dominados
y constituidos como vulgares,
¿hay que hablar de resistencia?...
...Cuando, a la inversa, los dominados trabajan
para perder lo que los señala como ´vulgares´
¿es sumisión?...
Es una contradicción indisoluble,
está inscrita en la lógica misma
de la dominación simbólica,
no quieren admitirla las personas
que hablan de ´Cultura Popular´.
La resistencia puede ser alienante
y la sumisión puede ser liberadora.
Tal es la paradoja de los dominados,
y no se sale de ella”
Bourdieu, Pierre: “Los usos del pueblo” en Cosas Dichas, Barcelona, Gedisa, 1988.

1° Instituto Maipú

Cánepa, Santiago

Cardalda, Leandro
Curi, Alexia
Dispirito, Octavio
Fernandez, Florencia
Godoy, Aldana
Machado, Florencia
Maimone, Lucas
Mesilla, Fernanda
Naranjo, Natalia
Ocanto, Rocío
Orellano, Gonzalo
Peña, Cristian
Robles, Brian
Scordo, Gastón
Zorba, Iara

2° A San Carlos Borromeo

Aldonati,Lucas Gonzalo

Alvarenga,Ricardo Esteban
Blas,Leandro Martin
Caruso, Ezequiel
Castillo,Cristian Ignacio
Cruz Prieto, David
Finocchetti,Exequiel Leonel
Lacanale, Matías
Portillo,Mauricio Ezequiel
Procopio Lauria,Lucas
Tozzi, Rodrigo
Trinidad,Alan Demian
Abramowicz,Gabriela
Almada,Florencia Belen
Apechea, Nahir
Argañaraz,Andrea Belen
Beitone, Fernanda
Bolognini,Melody Daiana
Castellano,Maria Eugenia
Denti,Angie Giannina
Denti, Yamila
Echauri, Ayelén
Enriquez, Ludmila
Flores,Graciela Micaela
Guardia Melina
Jose,Romina Florencia
Medina Belen
Oviedo,Sheila Micaela
Pugliese,Carina Anabel
Quispe,Laura Elizabeth
Rosales,Micaela
Svriz,Antonella
Svriz,Evelyn

2° A San Carlos Borromeo

Aldonati,Lucas Gonzalo

Alvarenga,Ricardo Esteban
Blas,Leandro Martin
Caruso, Ezequiel
Castillo,Cristian Ignacio
Cruz Prieto, David
Finocchetti,Exequiel Leonel
Lacanale, Matías
Portillo,Mauricio Ezequiel
Procopio Lauria,Lucas
Tozzi, Rodrigo
Trinidad,Alan Demian
Abramowicz,Gabriela
Almada,Florencia Belen
Apechea, Nahir
Argañaraz,Andrea Belen
Beitone, Fernanda
Bolognini,Melody Daiana
Castellano,Maria Eugenia
Denti,Angie Giannina
Denti, Yamila
Echauri, Ayelén
Enriquez, Ludmila
Flores,Graciela Micaela
Guardia Melina
Jose,Romina Florencia
Medina Belen
Oviedo,Sheila Micaela
Pugliese,Carina Anabel
Quispe,Laura Elizabeth
Rosales,Micaela
Svriz,Antonella
Svriz,Evelyn

2° B San Carlos Borromeo

Aci, Emiliano
Andrijasewich,Pedro Hernan
Benitez,Nicolas Ricardo
Brutto, Ricardo
Chaver,Martin
Contartese,Ernesto Jose
Diaz,Pablo
Maineri,Pablo Gabriel
Pennacchio,Juan Manuel
Pignataro,Matias Ignacio
Rau, Emanuel
Ruiz,Emmanuel Alejandro
Santos, Ariel
Veron,Carlos Marcelo
Villafañe,Ezequiel Carlos
Agüero,Daiana Daniela
Aguirre,Andrea Soledad
Alfaro Prado,Paola Elizabeth
Almaraz,Analia
Alvarado,Carolina
Benitez,Mailen Soledad
Carcar,Noelia Soledad
Cykman Lazaro,Ludmila
Flecha,Florencia
Gauna,Ayelen Daiana
Grasso,Marina Irene
Hilarion Bugoa,Judith M.
Hochbaum,Chantal E.
Lopez,Noelia Mailen
Manganaro,Yemina Nerea
Moseichuk, Johana
Rosso,Priscila Desiree
Sarango,Jennifer Viviana

3° A San Carlos Borromeo

Augimeri,Ezequiel

Ayala,Gabriel
Belondi, Jeremias
Brandan,Cristian
Chiarini,Emiliano
Ferrero,Rodrigo
Mendez, Eduardo
Pascual,Lucas
Salerno,Maximiliano
Salinas,Fernando
Ardiz,M Fernanda
Britez,Jesica
Cindola,M Agostina
Corleto,Andrea
Magista,Jaqueline
Matarese,Yanina
Miranda,Veronica
Patiño,Barbara
Polchlopek,Yanina
Rojas,Jessica
Tolosa,Yanina

3° B San Carlos Borromeo

Bruno,Mathias

Fiorello,Mariano
Rogna Sebastian
Vera,Mauricio
Vidosa, Oscar
Arriola, M Beatriz
Bernardez, Julieta
Bizai,Noelia
Chiantore,Paola
Denkoff,Keila
Duarte,Camila
Funes,Jessica
Gonzalez,Ayelen
Marani,Mariela
Muñoz Alizares, Jennifer
Reaño,Cynthia
Rivarola, Ayelen
Scarimbolo, Florencia
Tesseira, Micaela
Vallejo, M Belen
Vera, Nahir
Vitulli,Yohanna

1° 9° Escuela Media N°2

Alarcón Emiliano
Bertello Federico
Biega Juan
Cañete Daniel
Casanova Hernán
Fernandez Urquiza Gaspar
Lalli, Christian
Lamoglia Javier
Marcino Fabián
Marilungo Andrés
Perez Marcelo
Soza Emiliano
Almará Agustina
Cerbino Lourdes
Coronel Eliana
Dinelli Camila
Gauna Giselle
Gernet Lucila
Gomez Virardi Jennifer
Iacovo Antonella
Lopez Micaela
Monío Bárbara
Ortiz Ayelén
Pena Florencia
Pereira Ana
Ponce Florencia
Rossi Ornella
Toledo Giuliana
Velez Erika

2° 9° EScuela Media N° 3


Ardura Fernando

Conde Ariel

Córdoba Matías

Fábrega Ignacio

González Rolando

Janiot Jonhatan

Maldonado Ezequiel

Orellana Diego

Rocha Alejandro

Alvarez Reyes Agustina

Durán

Frías Ayelén

Garnica Paola

Martinez Jeny

Perez Aguirre Andrea

Vera Florencia

3° Instituto Maipú

Bergman,
Blanco, Lucas
Cáceres, Maximiliano
Compagnoni, Stéfano
Maidana, Jonhatan
Perelmiter, Favio
Terranova, Diego
Zagari, Esteban
Amolef, Victoria
García, Andrea
Godoy, Tamara
Gomez, Ayelén
González, Malena
Malanca, Bárbara
Palucito,
Procopio,
Sanchez, Estephania
Sanchez, Nahir

4° B Instituto Ntra. Sra. de la Misericordia

Ares, F
Barina, V
Barragan, M
Bouhet, B
Derudi, N
Fernandez Pohle, D
Freijo Becchero, A
Gago Galvagno, M
García, F
Giacometti Komel, G
Gomez Coscarella, N
Gonzalez Castillo, G
Guindon, G
Jatib, T
Kalfaian, J
Livio, A
Lupi Eijo, M
Manduca, E
Marchese, L
Martinez Fuente, J
Marzan, N
Montagna, N
Nuñez Rodriguez, L
Perez Huczok, M
Rodriguez Trinta, A
Rovatti, S
Sanchez, R
Sgro, F
Suarez Vieiro, J
Tate Enriquez, C
Torresan, M
Valentich, M
Vallone, A
Vitale, P
Zanotti, N

Pensar la Globalización

No habría que caer en conclusiones equivocadas en el análisis de la coyuntura actual y de sus perspectivas futuras, sino que hay que recurrir a la historia e interrogarse sobre las características del proceso histórico que nos condujo a la situación presente y sobre sus alcances. La globalización, ¿cuándo comienza?, ¿es un proceso reciente o viene de lejos en el pasado? ¿constituye un punto de inflexión de la sociedad moderna o no es más que un episodio, una etapa, difícil de poder cernir en sus lineas temporales?, ¡es propio de la sociedad capitalista o tiene rasgos comunes con otras sociedades del pasado?.
Rapoport, Mario: “El proceso de globalización. Una mirada histórica”, en Enoikos. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Año IV.

Lenin y el Imperialismo

Para Lenin, el imperialismo es el capitalismo altamente desarrollado, cuya esencia económica es el monopolio, y cuyos rasgos principales describe y articula, empezando consecuentemente, con el materialismo histórico, por los cambios operados en la producción, (y no por la esfera de la circulación y los mercados). Los cinco rasgos económicos principales descritos por Lenin son:
1) El elevado desarrollo de la producción capitalista conduce al monopolio;
2) el nuevo papel de los bancos y la fusión de estos con el capital industrial lleva a la formación del capital financiero y al poder de la oligarquía financiera;
3) la exportación de capital adquiere una gran importancia respecto a la exportación de mercancías, característica de la fase precedente;
4) la formación de asociaciones de capitalistas internacionales que se reparten el mundo, y
5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.
Hay que fechar, por tanto, el paso del capitalismo concurrencial al ascenso del capitalismo monopolista. Lenin señala:
1) que las décadas de 1860-1880, representan “el punto culminante de la libre competencia”;
2) que ya la crisis de 1873 impulsa la creación de los cárteles, como “un fenómeno pasajero”, y
3) que es la crisis de 1900-1903 la que hace de la cartelización de la industria una base poderosa de la vida económica, operando la transformación del capitalismo en imperialismo.
Lenin no deja de evocar la gran contribución de Marx al exponer la ley de concentración y centralización del capital, en la época del capitalismo concurrencial, cuando la libre competencia era concebida por la economía burguesa como el “orden natural” de la vida económica. En ese sentido, la perspectiva histórica trazada por Marx se había impuesto de forma evidente. Recordemos al efecto la diferencia entre concentración y centralización, establecida por Marx en Das Kapital. A diferencia de la mera concentración de capital que todo capitalista individual representa, la centralización de capital significa: “concentración de capitales ya formados, abolición de la independencia individual, expropiación de un capitalista por otro, transformación de muchos capitales menores en pocos capitalistas mayores”. Y añadía Marx : “La centralización alcanzaría su límite extremo en una rama dada de la producción cuando todos los capitales invertidos en ella se fundieran en un capital único”. A lo que agrega Engels en una nota a la cuarta edición: “Los recientísimos “trusts” ingleses y norteamericanos tienden ya a esa finalidad, intentando unificar en una gran sociedad anónima, con un monopolio práctico, a todas las grandes empresas, por lo menos de una rama económica".
M. Roca Monet, La Teoría del Imperialismo de Lenin, extraído de http://laberinto.uma.es/Lab3/Lab3Art2Monet.htm#_ftn2

(1)Obras de Marx y Engels, OME/41, Ed. Grijalbo, Barcelona 1975, pp.271-272. Aunque Marx no vivió para poder analizar el capitalismo monopolista, eso no quiere decir que ignorara lo que era un monopolio y la renta de monopolio. En una obra anterior : Miseria de la filosofía (1847) habla de la competencia y el monopolio, en términos dialécticos, señalando : “En la vida práctica se encuentra no sólamente la competencia, el monopolio y su antagonista, sino también su síntesis, que no es una fórmula, sino un movimiento. El monopolio produce la competencia, la competencia produce el monopolio. Los monopolistas se hacen la competencia, los competidores devienen monopolistas. Si los monopolistas restringen la competencia entre ellos mediante asociaciones parciales, la competencia se acrecienta entre los obreros, y cuando más aumenta la masa de proletarios frente a los monopolistas de una nación, tanto más desenfrenada se hace la competencia entre los monopolistas de las diferentes naciones. La síntesis resulta tal que el monopolio no puede sostenerse más que pasando contínuamente por la lucha de la competencia”.

Revolución Industrial. Hecho Sociocultural


“La Revolución Industrial convirtió a los granjeros y campesinos en manipuladores de máquinas impulsadas por energía inanimada. (…) Si un ciudadano del Imperio romano fuera trasladado a dieciocho siglos después, se encontraría en una sociedad a la que podría adaptarse sin demasiados problemas (…) Esa continuidad se rompió entre 1750 y 1850 (…)
“La Revolución Industrial fue por encima de todo un hecho socio-cultural: el carbón, por sí mismo, no puede crear ni mover máquinas; para ello de necesitan hombres, para extraerlo, para diseñar, construir y manipular las máquinas de vapor, para organizar los factores de producción y para asumir los riesgos y responsabilidades de la empresa. (…)
“A finales del siglo XVII, desde el punto de vista material, las características principales de estos países (Inglaterra y los Países Bajos) eran la extraordinaria expansión del comercio y la industria, la presencia de una amplia clase de comerciantes dotados de una considerable capacidad organizativa, de poder económico y de influencia social y política, una gran cantidad de recursos humanos, artesanos y profesionales, un nivel de analfabetismo relativamente bajo y una cierta abundancia de capital. En el ámbito de las ideas se destacaban por una particular inclinación a la mecánica y una fuerte y creciente tendencia a la medición cuantitativa y a la experimentación. (…)
“El agricultor podía ser analfabeto, pero en la sociedad industrial no hay lugar para el analfabetismo. Para poder vivir y subsistir en una sociedad de este tipo el individuo necesita varios años de instrucción y el desarrollo de una nueva mentalidad, en la que la intuición se ve sustituida por la razón, la aproximación por la precisión y la emoción por el cálculo. Por otra parte, la sociedad industrial se caracteriza por un rápido y continuo cambio tecnológico (…) El campesino podía utilizar durante toda su vida las pocas ideas aprendidas en su adolescencia; el hombre de la sociedad industrial se encuentra sometido a un proceso que exige ponerse al día continuamente y que siempre le está dejando atrás.”
C. Cipolla, La Revolución Industrial

Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado

Louis Althusser

PRIMERA PARTE


Publicado en ALTHUSSER, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.


Acerca de la reproducción de las condiciones de producción 1


En análisis anteriores nos hemos referido circunstancialmente a la necesidad de renovar los medios de producción para que la producción sea posible. Hoy centraremos nuestra exposición en este punto.
Decía Marx que aun un niño sabe que una formación social que no reproduzca las condiciones de producción al mismo tiempo que produce, no sobrevivirá siquiera un año.2 Por lo tanto, la condición final de la producción es la reproducción de las condiciones de producción. Puede ser "simple" (y se limita entonces a reproducir las anteriores condiciones de producción) o "ampliada" (en cuyo caso las extiende). Dejaremos esta última distinción a un lado.


¿Qué es pues la reproducción de las condiciones de producción?


Nos internamos aquí en un campo muy familiar (desde el tomo II de El Capital) pero, a la vez, singularmente ignorado. Las tenaces evidencias (evidencias ideológicas de tipo empirista) ofrecidas por el punto de vista de la mera producción e incluso de la simple práctica productiva (abstracta ella misma con respecto al proceso de producción) se incorporan de tal modo a nuestra conciencia cotidiana que es sumamente difícil, por no decir casi imposible, elevarse hasta el punto de vista de la reproducción. Sin embargo, cuando no se adopta tal punto de vista todo resulta abstracto y deformado (más que parcial), aun en el nivel de la producción y, con mayor razón todavía, en el de la simple práctica.


Intentaremos examinar las cosas metódicamente.


Para simplificar nuestra exposición, y considerando que toda formación social depende de un modo de producción dominante, podemos decir que el proceso de producción emplea las fuerzas productivas existentes en y bajo relaciones de producción definidas.
De donde resulta que, para existir, toda formación social, al mismo tiempo que produce y para poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción. Debe, pues, reproducir:


1) las fuerzas productivas


2) las relaciones de producción existentes.


Reproducción de los medios de producción
Desde que Marx lo demostró en el tomo II de El Capital, todo el mundo reconoce (incluso los economistas burgueses que trabajan en la contabilidad nacional, o los modernos teóricos "macroeconomistas” que no hay producción posible si no se asegura la reproducción de las condiciones materiales de la producción: la reproducción de los medios de producción.
Cualquier economista (que en esto no se diferencia de cualquier capitalista) sabe que todos los años es necesario prever la reposición de lo que se agota o gasta en la producción: materia prima, instalaciones fijas (edificios), instrumentos de producción (máquinas), etc. Decimos: un economista cualquiera = un capitalista cualquiera, en cuanto ambos expresan el punto de vista de la empresa y se contentan con comentar lisa y llanamente los términos de la práctica contable de la empresa.
Pero sabemos, gracias al genio de Quesnay -que fue el primero que planteó ese problema que "salta a la vista"- y al genio de Marx -que lo resolvió-, que la reproducción de las condiciones materiales de la producción no puede ser pensada a nivel de la empresa pues no es allí donde se da en sus condiciones reales. Lo que sucede en el nivel de la empresa es un efecto, que sólo da la idea de la necesidad de la reproducción, pero que no permite en absoluto pensar las condiciones y los mecanismos de la misma.
Basta reflexionar un solo instante para convencerse: el señor X, capitalista, que produce telas de lana en su hilandería, debe "reproducir" su materia prima, sus máquinas, etc. Pero quien las produce para su producción no es él sino otros capitalistas: el señor Y, un gran criador de ovejas de Australia, el señor Z, gran industrial metalúrgico, productor de máquinas-herramienta, etc., etc., quienes, para producir esos productos que condicionan la reproducción de las condiciones de producción del señor X, deben a su vez reproducir las condiciones de su propia producción, y así hasta el infinito: todo ello en tales proporciones que en el mercado nacional (cuando no en el mercado mundial) la demanda de medios de producción (para la reproducción) pueda ser satisfecha por la oferta.
Para pensar este mecanismo que desemboca en una especie de "hilo sin fin" es necesario seguir la trayectoria "global" de Marx, y estudiar especialmente en los tomos II y III de El Capital, las relaciones de circulación del capital entre el Sector I (producción de los medios de producción) y el Sector II (producción de los medios de consumo), y la realización de la plusvalía.
No entraremos a analizar esta cuestión, pues nos basta con haber mencionado que existe la necesidad de reproducir las condiciones materiales de la producción.
Reproducción de la fuerza de trabajo
No obstante, no habrá dejado de asombrarle al lector que nos hayamos referido a la reproducción de los medios de producción, pero no a la reproducción de las fuerzas productivas. Hemos omitido, pues, la reproducción de aquello que distingue las fuerzas productivas de los medios de producción, o sea la reproducción de la fuerza de trabajo.
Si bien la observación de lo que sucede en la empresa, especialmente el examen de la práctica financiera contable de las previsiones de amortización-inversión, podía darnos una Idea aproximada de la existencia del proceso material de la reproducción, entramos ahora en un terreno en el cual la observación de lo que pasa en la empresa es casi enteramente ineficaz, y esto por una sencilla razón: la reproducción de la fuerza de trabajo se opera, en lo esencial, fuera de la empresa.


¿Cómo se asegura la reproducción de la fuerza de trabajo? Dándole a la fuerza de trabajo el medio material para que se reproduzca: el salario. El salario figura en la contabilidad de la empresa, pero no como condición de la reproducción material de la fuerza de trabajo, sino como "capital mano de obra".3
Sin embargo es así como "actúa", ya que el salario representa solamente la parte del valor producido por el gasto de la fuerza de trabajo, indispensable para su reproducción, aclaremos, indispensable para reconstituir la fuerza de trabajo del asalariado (para vivienda, vestimenta y alimentación, en suma, para que esté en condiciones de volver a presentarse a la mañana siguiente -y todas las santas mañanas- a la entrada de la empresa), y agreguemos: indispensable para criar y educar a los niños en que el proletario se reproduce (en X unidades: pudiendo ser X Igual a 0, 1, 2, etc.) como fuerza de trabajo.
Recordemos que el valor (el salario) necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo no está determinado solamente por las necesidades de un S.M.I.G* “biológico", sino también por las necesidades de un mínimo histórico (Marx señalaba: los obreros ingleses necesitan cerveza y los proletarios franceses, vino) y, por lo tanto, históricamente variable.
Señalemos también que este mínimo es doblemente histórico, en cuanto no está definido por las necesidades históricas de la clase obrera que la clase capitalista "reconoce" sino por las necesidades históricas impuestas por la lucha de clase proletaria (lucha de clase doble: contra el aumento de la jornada de trabajo y contra la disminución de los salarios).
Empero, no basta con asegurar a la fuerza de trabajo las condiciones materiales de su reproducción para que se reproduzca como tal. Dijimos que la fuerza de trabajo disponible debe ser "competente", es decir apta para ser utilizada en el complejo sistema del procesó de producción. El desarrollo de las fuerzas productivas y el tipo de unidad históricamente constitutivo de esas fuerzas productivas en un momento dado determinan que la fuerza de trabajo debe ser (diversamente) calificada y por lo tanto reproducida como tal. Diversamente, o sea según las exigencias de la división social-técnica del trabajo, en sus distintos "puestos" y "empleos".
Ahora bien, ¿cómo se asegura esta reproducción de la calificación (diversificada) de la fuerza de trabajo en el régimen capitalista? Contrariamente a lo que sucedía en las formaciones sociales esclavistas y serviles, esta reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo tiende (se trata de una ley tendencial) a asegurarse no ya "en el lugar de trabajo" (aprendizaje en la producción misma), sino, cada vez más, fuera de la producción, por medio del sistema educativo capitalista y de otras instancias e Instituciones.
¿Qué se aprende en la escuela? Es posible llegar hasta un punto más o menos avanzado de los estudios, pero de todas maneras se aprende a leer, escribir y contar, o sea algunas técnicas, y también otras cosas, incluso elementos (que pueden ser rudimentarios o por el contrario profundizados) de "cultura científica" o "literaria" utilizables directamente en los distintos puestos de la producción (una instrucción para los obreros, una para los técnicos, una tercera para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.). Se aprenden "habilidades" (savor-faire).
Pero al mismo tiempo, y junto con esas técnicas y conocimientos, en la escuela se aprenden las "reglas" del buen uso, es decir de las conveniencias que debe observar todo agente de la división del trabajo, según el puesto que está "destinado" a ocupar: reglas de moral y de conciencia cívica y profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social-técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende también a "hablar bien el idioma", a "redactar” bien, lo que de hecho significa (para los futuros capitalistas y sus servidores) saber "dar órdenes", es decir (solución ideal), "saber dirigirse" a los obreros, etcétera.
Enunciando este hecho en un lenguaje más científico, diremos que la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir una reproducción de su sumisión a la Ideología dominante por parte de los obreros y una reproducción de la capacidad de buen manejo de la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión, a fin de que aseguren también "por la palabra" el predominio de la clase dominante.
En otros términos, la escuela (y también otras instituciones del Estado, como la Iglesia, y otros aparatos como el Ejército) enseña las "habilidades" bajo formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante o el dominio de su "práctica”. Todos los agentes de la producción, la explotación y la represión, sin hablar de los "profesionales de la ideología" (Marx) deben estar "compenetrados" en tal o cual carácter con esta ideología para cumplir "concienzudamente" con sus tareas, sea de explotados (los proletarios), de explotadores (los capitalistas), de auxiliares de la explotación (los cuadros), de grandes sacerdotes de la ideología dominante (sus “funcionarios”), etcétera.
La condición sine qua non de la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo radica en la reproducción de su "calificación" sino también en la reproducción de su sometimiento a la ideología dominante, o de la "práctica" de esta ideología, debiéndose especificar que no basta decir. "no solamente sino también", pues la reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo se asegura en y bajo las formas de sometimiento ideológico, con lo que reconocemos la presencia eficaz de una nueva realidad: la ideología.


Haremos aquí dos observaciones.


La primera servirá para completar nuestro análisis de la reproducción.
Acabamos de estudiar rápidamente las formas de la reproducción de las fuerzas productivas, es decir de los medios de producción por un lado y de la fuerza de trabajo por el otro.
Pero no hemos abordado aún la cuestión de la reproducción de las relaciones de producción. Es éste un problema crucial de la teoría marxista del modo de producción. Si lo pasáramos por alto cometeríamos una omisión teórica y peor aún, una grave falta política.
Hablaremos pues de tal cuestión, aunque para poder hacerlo debamos realizar nuevamente un gran desvío. Y como segunda advertencia señalaremos que para hacer ese desvío nos vemos obligados a replantear un viejo problema: ¿qué es una sociedad?
Infraestructura y superestructura


Ya hemos tenido ocasión de insistir sobre el carácter revolucionario de la concepción marxista de "totalidad social" en lo que la distingue de la "totalidad" hegeliana. Hemos dicho (y esta tesis sólo repetía célebres proposiciones del materialismo histórico) que según Marx la estructura de toda sociedad está constituida por "niveles" o “instancias" articuladas por una determinación específica: la infraestructura o base económica ("unidad" de fuerzas productivas y relaciones de producción), y la superestructura, que comprende dos "niveles” o "instancias": la jurídico-política (el derecho y el Estado) y la ideológica (las distintas ideologías, religiosa, moral, jurídica, política, etcétera).
Además de su interés teórico-pedagógico (consistente en hacer notar la diferencia que separa a Marx de Hegel), esta representación ofrece una fundamental ventaja teórica: permite inscribir en el dispositivo teórico de sus conceptos esenciales lo que nosotros hemos llamado su índice de eficacia respectivo. ¿Qué quiere decir esto?
Cualquiera puede convencerse fácilmente de que representar la estructura de toda sociedad como un edificio compuesto por una base (Infraestructura) sobre la que se levantan los dos "pisos" de la superestructura constituye una metáfora, más exactamente una metáfora espacial: la de una tópica.
Como toda metáfora, ésta sugiere, hace ver alguna cosa. ¿Qué cosa? Que los pisos superiores no podrían"sostenerse" (en el aire) por sí solos si no se apoyaran precisamente sobre su base.
La metáfora del edificio tiene pues por objeto representar ante todo la "determinación en última instancia" por medio de la base económica. Esta metáfora espacial tiene así por resultado afectar a la base con un índice de eficacia conocido por la célebre expresión: determinación en última instancia de lo que ocurre en los "pisos" (de la superestructura) por lo que ocurra en la base económica.
A partir de este índice de eficacia "en última instancia", los "pisos" de la superestructura se hallan evidentemente afectados por diferentes índices de eficacia. ¿Qué clase de índices?
Se puede decir que los pisos de la superestructura no son determinantes en última instancia sino que son determinados por la eficacia básica; que si son determinantes a su manera (no definida aún), lo son en tanto están determinados por la base.
Su índice de eficacia (o de determinación), en tanto ésta se halla determinada por la determinación en última instancia de la base, es pensado en la tradición marxista bajo dos formas: 1) existe una "autonomía relativa" de la superestructura con respecto a la base; 2) existe una "reacción" de la superestructura sobre la base.
Podemos decir entonces que la gran ventaja teórica de la tópica marxista, y por lo tanto de la metáfora espacial del edificio (base y superestructura), consiste a la vez en hacer ver que las cuestiones de determinación (o índice de eficacia) son fundamentales, y en hacer ver que es la base lo que determina en última instancia todo el edificio; por lógica consecuencia, obliga a plantear el problema teórico del tipo de eficacia "derivada" propio de la superestructura, es decir, obliga a pensar en lo que la tradición marxista designa con los términos conjuntos de autonomía relativa de la superestructura y reacción de la superestructura sobre la base.
El mayor inconveniente de esta representación de la estructura de toda sociedad con la metáfora espacial del edificio radica evidentemente en ser metafórica: es decir, en permanecer en el plano de lo descriptivo.
Nos parece por lo tanto deseable y posible representar las cosas de otro modo. Entiéndase bien: no desechamos en absoluto la metáfora clásica, pues ella misma obliga a su superación. Y no la superaremos rechazándola como caduca. Deseamos simplemente tratar de pensar lo que ella nos da bajo la forma de una descripción.
Pensamos que a partir de la reproducción resulta posible y necesario pensar en lo que caracteriza lo esencial de la existencia y la naturaleza de la superestructura. Es suficiente ubicarse en el punto de vista de la reproducción para que se aclaren muchas cuestiones cuya existencia indicaba, sin darles respuesta conceptual, la metáfora espacial del edificio.
Sostenemos como tesis fundamental que sólo es posible plantear estas cuestiones (y por lo tanto responderlas) desde el punto de vista de la reproducción.
Analizaremos brevemente el Derecho, el Estado y la ideología desde ese punto de vista. Y vamos a mostrar a la vez lo que pasa desde el punto de vista de la práctica y de la producción por una parte, y de la reproducción por la otra.


El Estado


La tradición marxista es formal: desde el Manifíesto y El 18 Brumario (y en todos los textos clásicos posteriores, ante todo el de Marx sobre La comuna de París y el de Lenin sobre El Estado y la Revolución) el Estado es concebido explícitamente como aparato represivo. El Estado es una "máquina" de represión que permite a las clases dominantes (en el siglo XIX a la clase burguesa y a la "clase" de los grandes terratenientes) asegurar su dominación sobre la clase obrera para someterla al proceso de extorsión de la plusvalía (es decir a la explotación capitalista).
El Estado es ante todo lo que los clásicos del marxismo han llamado el aparato de Estado. Se incluye en esta denominación no sólo al aparato especializado (en sentido estricto), cuya existencia y necesidad conocemos a partir de las exigencias de la práctica jurídica, a saber la policía -los tribunales y las prisiones, sino también el ejército, que interviene directamente como fuerza represiva de apoyo (el proletariado ha pagado con su sangre esta experiencia) cuando la policía y sus cuerpos auxiliares son "desbordados por los acontecimientos", y, por encima de este conjunto, al Jefe de Estado, al Gobierno y la administración.
Presentada en esta forma, la "teoría" marxista-leninista del Estado abarca lo esencial, y ni por un momento se pretende dudar de que allí está lo esencial. El aparato de Estado, que define a éste como fuerza de ejecución y de Intervención represiva "al servicio de las clases dominantes", en la lucha de clases librada por la burguesía y sus aliados contra el proletariado, es realmente el Estado y define perfectamente su “función" fundamental.


De la teoría descriptiva a la teoría a secas


Sin embargo, también allí, como lo señalamos al referimos a la metáfora del edificio (infraestructura y superestructura), esta presentación de la naturaleza del Estado sigue siendo en parte descriptiva.
Como vamos a usar a menudo este adjetivo (descriptivo), se hace necesaria una explicación que elimine cualquier equivoco.
Cuando, al hablar de la metáfora del edificio o de la "teoría" marxista del Estado, decimos que son concepciones o representaciones descriptivas de su objeto, no albergamos ninguna segunda intención crítica. Por el contrario, todo hace pensar que los grandes descubrimientos científicos no pueden dejar de pasar por la etapa de lo que llamaremos una "teoría” descriptiva Esta sería la primera etapa de toda teoría, al menos en el terreno de la ciencia de las formaciones sociales. Se podría -y a nuestro entender se debe- encarar esta etapa como transitoria y necesaria para el desarrollo de la teoría. Nuestra expresión: "teoría descriptiva" denota tal carácter transitorio al hacer aparecer en la conjunción de los términos empleados el equivalente de una especie de "contradicción". En efecto, el término teoría "choca" en parte con el adjetivo "descriptiva" que lo acompaña. Eso quiere decir exactamente: 1) que la teoría descriptiva" es, sin ninguna duda, el comienzo ineludible de la teoría, pero 2) que la forma "descriptiva" en que se presenta la teoría exige por efecto mismo de esta "contradicción" un desarrollo de la teoría que supere la forma de la "descripción".


Aclaremos nuestro pensamiento volviendo sobre nuestro objeto presente: el Estado.
Cuando decimos que la "teoría" marxista del Estado, que nosotros utilizamos, es en parte "descriptiva", esto significa en primer lugar y ante todo que esta "teoría" descriptiva es, sin ninguna duda, el comienzo de la teoría marxista del Estado, y que tal comienzo nos da lo esencial, es decir el principio decisivo de todo desarrollo posterior de la teoría.
Diremos, efectivamente, que la teoría descriptiva del Estado es justa, puesto que puede hacer corresponderperfectamente la definición que ella da de su objeto con la inmensa mayoría de hechos observables en el campo que le concierne. Así la definición del Estado como Estado de clase, existente en el aparato represivo de Estado, aclara de manera fulgurante todos los hechos observables en los diversos órdenes de la represión, cualquiera que sea su campo: desde las masacres de junio de 1848 y de la Comuna de Paris, las del domingo sangriento de mayo de 1905 en Petrogrado, de la Resistencia de Charonne, etc., hasta las simples (y relativamente anodinas) intervenciones de una "censura” que prohibe La Religiosa de Diderot o una obra de Gatti sobre Franco: aclara todas las formas directas o indirectas de explotación y exterminio de las masas populares (las guerras imperialistas); aclara esa sutil dominación cotidiana en la cual estalla (por ejemplo en las formas de la democracia política) lo que Lenin llamó después de Marx la dictadura de la burguesía.Sin embargo, la teoría descriptiva del Estado representa una etapa de la constitución de la teoría que exige a su vez la "superación" de tal etapa. Pues está claro que si la definición en cuestión nos provee de medios para identificar y reconocer los hechos de opresión y conectarlos con el Estado concebido como aparato represivo de Estado, esta "conexión” da lugar a un tipo de evidencia muy especial, al cual tendremos ocasión de referirnos un poco más adelante: “¡Sí, es así, es muy cierto!..". Y la acumulación de hechos en la definición del Estado, aunque multiplica su ilustración, no hace avanzar realmente esta definición, es decir, la teoría científica del Estado. Toda teoría descriptiva corre así el riesgo de "bloquear" el indispensable desarrollo de la teoría.
Por esto pensamos que, para desarrollar esta teoría descriptiva en teoría a secas, es decir, para comprender mejor los mecanismos del Estado en su funcionamiento, es indispensable agregar algo a la definición clásica del Estado como aparato de Estado.
Lo esencial de la teoría marxista del Estado
Es necesario especificar en primer lugar un punto importante: el Estado (y su existencia dentro de su aparato) sólo tiene sentido en función del poder de Estado. Toda la lucha política de las clases gira alrededor del Estado. Aclaremos: alrededor de la posesión, es decir, de la toma y la conservación del poder de Estado por cierta clase o por una alianza de clases o de fracciones de clases. Esta primera acotación nos obliga a distinguir el poder de Estado (conservación del poder de Estado o toma del poder de Estado), objetivo de la lucha política de clases por una parte, y el aparato de Estado por la otra.
Sabemos que el aparato de Estado puede seguir en pie, como lo prueban las "revoluciones" burguesas del siglo = en Francia (1830, 1848), los golpes de estado (2 de diciembre de 1851, mayo de 1958), las conmociones de estado (caída del Imperio en 1870, caída de la III República en 1940), el ascenso político de la pequeña burguesía (1890-1895 en Francia), etcétera, sin que el aparato de Estado fuera afectado o modificado: puede seguir en pie bajo acontecimientos políticos que afecten a la posesión del poder de Estado.
Aun después de una revolución social como la de 1917, gran parte del aparato de Estado seguía en pie luego de la toma del poder por la alianza del proletariado y el campesinado pobre: Lenin lo repitió muchas veces.
Se puede decir que esta distinción entre poder de Estado y aparato de Estado forma parte, de manera explícita, de la "teoría marxista" del Estado desde el 18 Brumario y las Luchas de clases en Francia, de Marx.
Para resumir este aspecto de la "teoría marxista del Estado", podemos decir que los clásicos del marxismo siempre han afirmado que: 1) el Estado es el aparato represivo de Estado; 2) se debe distinguir entre el poder de Estado y el aparato de Estado; 3) el objetivo de la lucha de clases concierne al poder de Estado y, en consecuencia, a la utilización del aparato de Estado por las clases (o alianza de clases o fracciones de clases) que tienen el poder de Estado en función de sus objetivos de clase y 4) el proletariado debe tomar el poder de Estado para destruir el aparato burgués existente, reemplazarlo en una primera etapa por un aparato de Estado completamente diferente, proletario, y elaborar en las etapas posteriores un proceso radical, el de la destrucción del Estado (fin del poder de Estado y de todo aparato de Estado).
Por consiguiente, desde este punto de vista, lo que propondríamos que se agregue a la "teoría marxista" de Estado ya figura en ella con todas sus letras. Pero nos parece que esta teoría, completada así, sigue siendo todavía en parte descriptiva, aunque Incluya en lo sucesivo elementos complejos y diferenciales cuyas reglas y funcionamiento no pueden comprenderse sin recurrir a una profundización teórica suplementaria.


Los aparatos ideológicos de Estado


Lo que se debe agregar a la "teoría marxista" del Estado es entonces otra cosa.


Aquí debemos avanzar con prudencia en un terreno en el que los clásicos del marxismo nos precedieron hace mucho tiempo, pero sin haber sistematizado en forma teórica los decisivos progresos que sus experiencias y análisis implican. En efecto, sus experiencias y análisis permanecieron ante todo en el campo de la práctica política.
En realidad, los clásicos del marxismo, en su práctica política, han tratado al Estado como una realidad más compleja que la definición dada en la "teoría marxista del Estado" y que la definición más completa que acabamos de dar. Ellos reconocieron esta complejidad en su práctica, pero no la expresaron correspondientemente en teoría.
Desearíamos tratar de esbozar muy esquemáticamente esa teoría correspondiente. Con este fin proponemos la siguiente tesis.
Para hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta no sólo la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, sino también otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él. Llamaremos a esa realidad por su concepto: los aparatos ideológicos de Estado.


¿Qué son los aparatos ideológicos de Estado (AIE)?


No se confunden con el aparato (represivo) de Estado. Recordemos que en la teoría marxista el aparato de Estado (AE) comprende: el gobierno, la administración, el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., que constituyen lo que llamaremos desde ahora el aparato represivo de Estado. Represivo significa que el aparato de Estado en cuestión 1unciona mediante la violencia", por lo menos en situaciones límite (pues la represión administrativa, por ejemplo, puede revestir formas no físicas).
Designamos con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas. Proponemos una lista empírica de ellas, que exigirá naturalmente que sea examinada en detalle, puesta a prueba, rectificada y reordenada. Con todas las reservas que implica esta exigencia podemos por el momento considerar como aparatos ideológicos de Estado las instituciones siguientes (el orden en el cual los enumeramos no tiene significación especial):


AIE religiosos (el sistema de la distintas Iglesias),
AIE escolar (el sistema de las distintas "Escuelas”, públicas y privadas),
AIE familiar, 8
AIE jurídico, 9
AIE político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
AIE sindical,
AIE de información (prensa, radio, T.V., etc.),
AIE cultural (literatura, artes, deportes, etc.).



Decimos que los AIE no se confunden con el aparato (represivo) de Estado. ¿En qué consiste su diferencia?
En un primer momento podemos observar que si existe un aparato (represivo) de Estado, existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado. Suponiendo que ella exista, la unidad que constituye esta pluralidad de AIE en un cuerpo no es visible inmediatamente.
En un segundo momento, podemos comprobar que mientras que el aparato (represivo) de Estado (unificado) pertenece enteramente al dominio público, la mayor parte de los aparatos ideológicos de Estado (en su aparente dispersión) provienen en cambio del dominio privado. Son privadas las Iglesias, los partidos, los sindicatos, las familias, algunas escuelas, la mayoría de los diarios, las instituciones culturales, etc., etc.
Dejemos de lado por ahora nuestra primera observación. Pero será necesario tomar en cuenta la segunda y preguntamos con qué derecho podemos considerar como aparatos ideológicos de Estado instituciones que en su mayoría no poseen carácter público sino que son simplemente privadas. Gramsci, marxista consciente, ya había previsto esta objeción. La distinción entre lo público y lo privado es una distinción interna del derecho burgués, válida en los dominios (subordinados) donde el derecho burgués ejerce sus "poderes". No alcanza al dominio del Estado, pues éste está "más allá del Derecho` el Estado, que es el Estado de la clase dominante, no es ni público ni privado; por el contrario, es la condición de toda distinción entre público y privado. Digamos lo mismo partiendo esta vez de nuestros aparatos ideológicos de Estado. Poco importa si las instituciones que los materializan son "públicas" o "privadas"; lo que importa es su funcionamiento. Las instituciones privadas pueden “funcionar” perfectamente como aparatos ideológicos de Estado. Para demostrarlo bastaría analizar un poco más cualquiera de los AIE.
Pero vayamos a lo esencial. Hay una diferencia fundamental entre los AIE y el aparato (represivo) de Estado: el aparato represivo de Estado “funciona mediante la violencia", en tanto que los AIE funcionan mediante la ideología.
Rectificando esta distinción, podemos ser más precisos y decir que todo aparato de Estado, sea represivo o ideológico, "funciona" a la vez mediante la violencia y la ideología, pero con una diferencia muy importante que impide confundir los aparatos ideológicos de Estado con el aparato (represivo) de Estado. Consiste en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo secundariamente con la ideología. (No existen aparatos puramente represivos.) Ejemplos: el ejército y la policía utilizan también la ideología, tanto para asegurar su propia cohesión y reproducción, como por los 'Valores" que ambos proponen hacia afuera.
De la misma manera, pero a la inversa, se debe decir que, por su propia cuenta, los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias "adiestran" con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la familia... También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por mencionar sólo una forma), etcétera.


¿Sería útil mencionar que esta determinación del doble "funcionamiento" (de modo predominante, de modo secundario) con la represión y la ideología, según se trate del aparato (represivo) de Estado o de los aparatos ideológicos de Estado, permite comprender que se tejan constantemente sutiles combinaciones explícitas o tácitas entre la acción del aparato (represivo) de Estado y la de los aparatos ideológicos del Estado? La vida diaria ofrece innumerables ejemplos que habrá que estudiar en detalle para superar esta simple observación.
Ella, sin embargo, nos encamina hacia la comprensión de lo que constituye la unidad del cuerpo, aparentemente dispar, de los AIE. Si los AIE “funcionan" masivamente con la ideología como forma predominante, lo que unifica su diversidad es ese mismo funcionamiento, en la medida en que la ideología
con la que funcionan, en realidad está siempre unificada, a pesar de su diversidad y sus contradicciones, bajo la ideología dominante, que es la de “la clase dominante". Si aceptamos que, en principio, “la clase dominante" tiene el poder del Estado (en forma total o, lo más común, por medio de alianzas de clases o de fracciones de clases) y dispone por lo tanto del aparato (represivo) de Estado, podremos admitir que la misma clase dominante sea parte activa de los aparatos ideológicos de Estado, en la medida en que, en definitiva, es la ideología dominante la que se realiza, a través de sus contradicciones, en los aparatos ideológicos de Estado. Por supuesto que es muy distinto actuar por medio de leyes y decretos en el aparato (represivo) de Estado y "actuar" por intermedio de la ideología dominante en los aparatos ideológicos de Estado. Sería necesario detallar esa diferencia que, sin embargo, no puede enmascarar la realidad de una profunda identidad. Por lo que sabemos, ninguna clase puede tener en sus manos el poder de Estado en forma duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos de Estado. Ofrezco al respecto una sola prueba y ejemplo: la preocupación aguda de Lenin por revolucionar el aparato ideológico de Estado en la enseñanza (entre otros) para permitir al proletariado soviético, que se había adueñado del poder de Estado, asegurar el futuro de la dictadura del proletariado y el camino al socialismo.
Esta última observación nos pone en condiciones de comprender que los aparatos ideológicos de Estado pueden no sólo ser objeto sino también lugar de la lucha de clases, y a menudo de formas encarnizadas de lucha de clases. La clase (o la alianza de clases) en el poder no puede imponer su ley en los aparatos ideológicos de Estado tan fácilmente como en el aparato (represivo) de Estado, no sólo porque las antiguas clases dominantes pueden conservar en ellos posiciones fuertes durante mucho tiempo, sino además porque la resistencia de las clases explotadas puede encontrar el medio y la ocasión de expresarse en ellos, ya sea utilizando las contradicciones existentes, ya sea conquistando allí posiciones de combate mediante la lucha.


Puntualicemos nuestras observaciones:


Si la tesis que hemos propuesto es válida, debemos retomar, determinándola en un punto, la teoría marxista clásica del Estado. Diremos que es necesario distinguir el poder de Estado (y su posesión por ... ) por un lado, y el aparato de Estado por el otro. Pero agregaremos que el aparato de Estado comprende dos cuerpos: el de las instituciones que representan el aparato represivo de Estado por una parte, y el de las instituciones que representan el cuerpo de los aparatos ideológicos de Estado por la otra.
Pero, si esto es así, no puede dejar de plantearse, aun en el estado muy somero de nuestras indicaciones, la siguiente cuestión: ¿cuál es exactamente la medida del rol de los aparatos ideológicos de Estado? ¿Cuál puede ser el fundamento de su importancia? En otras palabras: ¿a qué corresponde la “función" de esos aparatos ideológicos de Estado, que no funcionan con la represión sino con la ideología?


Sobre la reproducción de las relaciones de producción


Podemos responder ahora a nuestra cuestión central, que hemos dejado en suspenso muchas páginas atrás: ¿cómo se asegura la reproducción de las relaciones de producción?
En lenguaje tópico (infraestructura, superestructura) diremos: está asegurada en gran parte por la superestructura jurídico-política e ideológica.
Pero dado que hemos considerado indispensable superar ese lenguaje todavía descriptivo, diremos: está asegurada, en gran parte, por el ejercicio del poder de Estado en los aparatos de Estado, por un lado el aparato (represivo) de Estado, y por el otro los aparatos ideológicos de Estado. .
Se deberá tener muy en cuenta lo dicho precedentemente y que reunirnos ahora bajo las tres características siguientes:
1) Todos los aparatos de Estado funcionan a la vez mediante la represión y la ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) de Estado funciona masivamente con la represión como forma predominante, en tanto que los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante.
2) En tanto que el aparato (represivo) de Estado constituye un todo organizado cuyos diferentes miembros están centralizados bajo una unidad de mando -la de la política de lucha de clases aplicada por los representantes políticos de las clases dominantes que tienen el poder de Estado-, los aparatos ideológicos de Estado son múltiples, distintos, "relativamente autónomos" y susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que, bajo formas unas veces limitadas, otras extremas, expresan los efectos de los choques entre la lucha de clases capitalista y la lucha de clases proletaria, así como sus formas subordinadas.
3) En tanto que la unidad del aparato (represivo) de Estado está asegurada por su organización centralizada y unificada bajo la dirección de representantes de las clases en el poder, que ejecutan la política de lucha de clases de las clases en el poder, la unidad entre los diferentes aparatos ideológicos de Estado está asegurada, muy a menudo en formas contradictorias, por la ideología dominante, la de la clase dominante.
Si se tienen en cuenta estas características, se puede entonces representar la reproducción de las relaciones de producción, de acuerdo con una especie de "división del trabajo", de la manera siguiente:
El rol del aparato represivo de Estado consiste esencialmente, en tanto aparato represivo, en asegurar por la fuerza (sea o no física) las condiciones políticas de reproducción de las relaciones de producción que son, en última instancia, relaciones de explotación. El aparato de Estado no solamente contribuye en gran medida a su propia reproducción (existen en el Estado capitalista dinastías de hombres políticos, dinastías de militares, etc.) sino también, y sobre todo, asegura mediante la represión (desde la fuerza física más brutal hasta las más simples ordenanzas y prohibiciones administrativas, la censura abierta o tácita, etc.) las condiciones políticas de la actuación de los aparatos ideológicos de Estado.
Ellos, en efecto, aseguran en gran parte, tras el "escudo" del aparato represivo de Estado, la reproducción misma de las relaciones de producción. Es aquí donde interviene masivamente el rol de la ideología dominante, la de la clase dominante, que tiene el poder de Estado. A través de la ideología dominante se asegura la “armonía" (a veces estridente) entre el aparato represivo de Estado y los aparatos ideológicos de Estado y entre los diferentes aparatos ideológicos de Estado.
Nos vemos llevados así a encarar la hipótesis siguiente, en función de la diversidad de los aparatos ideológicos de Estado en su rol único -por ser común- de reproducir las relaciones de producción.
En efecto, hemos enumerado en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas una cantidad relativamente elevada de aparatos ideológicos de Estado: el aparato escolar, el aparato religioso, el aparato familiar, el aparato político, el aparato sindical, el aparato de información, el aparato "cultural", etcétera.
Ahora bien, en las formaciones sociales del modo de producción "servil" (comúnmente llamado feudal) comprobamos que, aunque existe (no sólo a partir de la monarquía absoluta sino desde los primeros estados antiguos conocidos) un aparato represivo de Estado único, formalmente muy parecido al que nosotros conocemos, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado es menor y su individualidad diferente. Comprobamos, por ejemplo, que la Iglesia (aparato ideológico de Estado religioso) en la Edad Media acumulaba numerosas funciones (en especial las escolares y culturales) hoy atribuidas a muchos aparatos ideológicos de Estado diferentes, nuevos con respecto al pasado que evocamos. Junto a la Iglesia existía el aparato ideológico de Estado familiar, que cumplía un considerable rol, no comparable con el que cumple en las formaciones sociales capitalistas. A pesar de las apariencias, la iglesia y la familia no eran los únicos aparatos ideológicos de Estado. Existía también un aparato ideológico de Estado político (los Estados Generales, el Parlamento, las distintas facciones y ligas políticas, antecesoras de los partidos políticos modernos, y todo el sistema político de comunas libres, luego de las ciudades).
Existía asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado "pre-sindical”, si podemos arriesgar esta expresión forzosamente anacrónica (las poderosas cofradías de comerciantes, de banqueros, y también las asociaciones de compagnons*, etcétera). Las ediciones y la Información también tuvieron un innegable desarrollo, as! como los espectáculos, al comienzo partes integrantes de la iglesia y luego cada vez más independientes de ella.
Ahora bien, es absolutamente evidente que en el período histórico pre-capitalista que acabamos de examinar a grandes rasgos, existía un aparato ideológico de Estado dominante, la Iglesia, que concentraba no sólo las funciones religiosas sino también las escolares y buena parte de las funciones de información y "cultura". Si toda la lucha Ideológica del siglo XVI al XVII, desde la primera ruptura de la Reforma, se concentró en la lucha anticlerical y antirreligiosa, ello no sucedió por azar sino a causa de la posición dominante del aparato ideológico de Estado religioso.
La revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado n° 1, la iglesia. De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.
Naturalmente, las cosas no fueron simples: lo prueba el Concordato, la restauración, y la larga lucha de clases entre la aristocracia terrateniente y la burguesía industrial durante todo el siglo XIX para imponer la hegemonía burguesa sobre las funciones desempeñadas hasta entonces por la iglesia, ante todo en la escuela. Puede decirse que la burguesía se apoyó en el nuevo aparato ideológico de Estado político, democrático-parlamentario, implantado en los primeros años de la Revolución, restaurado luego por algunos meses, después de largas y violentas luchas, en 1848, y durante decenas de años después de la caída del Segundo Imperio, para dirigir la lucha contra la iglesia y apoderarse de sus funciones ideológicas, en resumen, para asegurar no sólo su hegemonía política sino también la hegemonía ideológica indispensable para la reproducción de las relaciones capitalistas de producción.
Por esto nos creemos autorizados para ofrecer la tesis siguiente, con todos los riesgos que implica. Pensamos que el aparato ideológico de Estado que ha sido colocado en posición dominante en las formaciones capitalistas maduras, como resultado de una violenta lucha de clase política e ideológica contra el antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es el aparato ideológico escolar.
Esta tesis puede parecer paradójica, si es cierto que cualquier persona acepta -dada la representación ideológica que la burguesía quería darse a sí misma y dar a las clases que explota- que el aparato ideológico de Estado dominante en las formaciones sociales capitalistas no es la escuela sino el aparato de Estado político, es decir, el régimen de democracia parlamentaria combinado del sufragio universal y las luchas partidarias.
No obstante, la historia, incluso la historia reciente, demuestra que la burguesía pudo y puede adaptarse perfectamente a aparatos ideológicos de Estado políticos distintos de la democracia parlamentaria: el Primer y Segundo Imperio, la Monarquía Constitucional (Luis XVIII, Carlos X), la Monarquía parlamentaria (Luis Felipe), la democracia presidencial (de Gaulle), por hablar sólo de Francia. En Inglaterra las cosas son todavía más evidentes. La revolución fue allí particularmente lograda desde el punto de vista burgués ya que, contrariamente a lo ocurrido en Francia -donde la burguesía, a causa de la necedad de la pequeña nobleza, tuvo que aceptar su elevación al poder por intermedio de 'Jornadas revolucionarias" plebeyas y campesinas, que le costaron terriblemente caras-, la burguesía inglesa pudo llegar a un acuerdo" con la aristocracia y "compartir" con ella el poder de Estado y el uso del aparato de Estado durante mucho tiempo (¡paz entre todos los hombres de buena voluntad de las clases dominantes!).
En Alemania las cosas son aún más asombrosas, pues la burguesía imperialista hizo su estruendosa entrada en la historia (antes de "atravesar” la República de Weimar y entregarse al nazismo), bajo un aparato ideológico de Estado político en el que los junkers imperiales (Bismark es el símbolo), su. ejército y su policía le servían de escudo y de equipo dirigente.
Por eso creemos tener buenas razones para pensar que detrás del funcionamiento de su aparato ideológico de Estado político, que ocupaba el primer plano, lo que la burguesía pone en marcha como aparato ideológico de Estado n9 1, y por lo tanto dominante, es el aparato escolar que reemplazó en sus funciones al antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es decir, la Iglesia. Se podría agregar: la pareja Escuela-Familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-Familia.
Por qué el aparato escolar es realmente el aparato ideológico de Estado dominante en las formaciones sociales capitalistas y cómo funciona?



Por ahora nos limitaremos a decir que:
1) Todos los aparatos ideológicos de Estado, sean cuales fueren, concurren al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, las relaciones capitalistas de explotación.
2) Cada uno de ellos concurre a ese resultado único de la manera que le es propia: el aparato político sometiendo a los individuos a la ideología política de Estado, la ideología "democrática", "indirecta" (parlamentaria) o "directa" (plebiscitaria o fascista); el aparato de información atiborrando a todos los "ciudadanos" mediante la prensa, la radio, la televisión, con dosis diarias de nacionalismo, chauvinismo, liberalismo, moralismo, etcétera. Lo mismo sucede con el aparato cultural (el rol de los deportes es de primer orden en el chauvinismo), etcétera: el aparato religioso recordando en los sermones y en otras grandes ceremonias de nacimiento, casamiento, o muerte que el hombre sólo es polvo, salvo que sepa amar a sus hermanos hasta el punto de ofrecer su otra mejilla a quien le abofeteó la primera. El aparato familiar.... no insistimos más.
3) Este concierto está dominado por una partitura única, ocasionalmente perturbada por contradicciones, las de restos de las antiguas clases dominantes, las de proletarios y sus organizaciones: la partitura de la ideología de la clase actualmente dominante que integra en su música los grandes temas del humanismo de los ilustres antepasados que, antes del cristianismo, hicieron el milagro griego y después la grandeza de Roma, la ciudad eterna, y los temas del interés, particular y general, etc., nacionalismo, moralismo y economicismo.
4) No obstante, un aparato ideológico de Estado cumple muy bien el rol dominante de ese concierto, aunque no se presten oídos a su música: ¡tan silenciosa es! Se trata de la Escuela.
Toma a su cargo a los niños de todas las clases sociales desde el jardín de infantes, y desde el jardín de infantes les inculca -con nuevos y viejos métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño, atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es más vulnerable "habilidades" recubiertas por la ideología dominante (el idioma, el cálculo, la historia natural, las ciencias, la literatura) o, más directamente, la ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofia).
Hacia el sexto año, una gran masa de niños cae "en la producción”: son los obreros o los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable continúa: bien que mal se encamina y termina por cubrir puestos de pequeños y medianos cuadros, empleados, funcionarios pequeños y medianos, pequeño-burgueses de todo tipo.
Una última parte llega a la meta, ya sea para caer en la semidesocupación intelectual, ya para proporcionar, además de los "intelectuales del trabajador colectivo", los agentes de la explotación (capitalistas, empresarios), los agentes de la represión (militares, policías, políticos, administradores, etc.) y los profesionales de la ideología (sacerdotes de todo tipo, la mayoría de los cuales son “laicos" convencidos).
Cada grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con "conciencia profesional", "moral", "cívica", "nacional" y apolítica altamente "desarrollada"), rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las "relaciones humanas"): de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer "sin discutir" o saber manejar la demagogia de la retórica de los dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología que saben tratar a las conciencias con el respeto, es decir el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la "Trascendencia", la Nación, el rol de Francia en el Mundo, etcétera.
Por supuesto, muchas de esas virtudes contrastadas (modestia, resignación, sumisión por una parte, y por otra cinismo, desprecio, altivez, seguridad, grandeza, incluso bien decir y habilidad) se enseñan también en la familia, la iglesia, el ejército, en los buenos libros, en los filmes, y hasta en los estadios. Pero ningún aparato ideológico de Estado dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria (y, por si fuera poco, gratuita ...), 5 a 6 días sobre 7 a razón de 8 horas diarias, de formación social capitalista.
Ahora bien, con el aprendizaje de algunas habilidades recubiertas en la inculcación masiva de la ideología de la clase dominante, se reproduce gran parte de las relaciones de producción de una formación social capitalista, es decir, las relaciones de explotados a explotadores y de explotadores a explotados. Naturalmente, los mecanismos que producen este resultado vital para el régimen capitalista están recubiertos y disimulados por una ideología de la escuela universalmente reinante, pues ésta es una de las formas esenciales de la ideología burguesa dominante: una ideología que representa a la escuela como un medio neutro, desprovisto de ideología (puesto que es ... laico), en el que maestros respetuosos de la "conciencia” y la libertad de los niños que les son confiados (con toda confianza) por sus "padres” (que también son libres, es decir, propietarios de sus hijos), los encaminan hacia la libertad, la moralidad y la responsabilidad de adultos mediante su propio ejemplo, los conocimientos, la literatura y sus virtudes “liberadoras”.
Pido perdón por esto a los maestros que, en condiciones espantosas, intentan volver contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas de que son prisioneros, las pocas armas que pueden hallar en la historia y el saber que ellos "enseñan”. Son una especie de héroes. Pero no abundan, y muchos (la mayoría) no tienen siquiera la más remota sospecha del "trabajo" que el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a realizar y, peor aún, ponen todo su empeño e ingenio para cumplir con la última directiva (¡los famosos métodos nuevos!). Están tan lejos de imaginárselo que contribuyen con su devoción a mantener y alimentar esta representación ideológica de la escuela, que la hace tan "natural" e indispensable, y hasta bienhechora, a los ojos de nuestros contemporáneos como la iglesia era "natural”, indispensable y generosa para nuestros antepasados hace algunos siglos.
En realidad, la iglesia es reemplazada hoy por la escuela en su rol de aparato ideológico de Estado dominante. Está combinada con la familia, como antes lo estuvo la iglesia. Se puede afirmar entonces que la crisis, de una profundidad sin precedentes, que en el mundo sacude el sistema escolar en tantos Estados, a menudo paralela a la crisis que conmueve al sistema familiar (ya anunciada en el Manifiesto), tiene un sentido político si se considera que la escuela (y la pareja escuela-familia) constituye el aparato ideológico de Estado dominante. Aparato que desempeña un rol determinante en la reproducción de las relaciones de producción de un modo de producción amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial.



Extraído de www.nombrefalso.com.ar